(CNN Español) – Sobre la vida de Whitney Houston se podría hacer el documental más sensacionalista de la historia y si fuera dirigido por una persona sin escrúpulos, este sería aún más amarillista.
El año pasado se lanzó uno titulado Whitney: Can I Be Me , que en Estados Unidos estuvo recorriendo festivales y quizá no duró lo suficiente en el cine como para haberlo podido ver. Sin embargo, ahora llega uno nuevo cuyo nombre es simplemente Whitney, al que sí me puedo referir tras haberlo visto en su primera función de estreno.
En esta última y nueva producción, su director es un respetado cineasta escocés, Kevin Macdonald, quien además de hacer documentales, también ha dirigido destacadas películas como The Last King of Scotland (2016). Su enfoque entonces no podía ser más que serio y riguroso, pese a las desgracias que marcaron la vida del sujeto de investigación.
Para la realización de Whitney, Macdonald contó con la bendición de la familia de la desaparecida cantante (1963-2012), pero aún así, él dijo haber tenido la última palabra en la sala de edición y por ello no dejó de mostrar los momentos más difíciles de su vida y que contrastaron con el brillante inicio de su carrera.
A los fans de Whitney Houston (me considero uno de ellos), este documental los hará enamorarse una vez más de su voz y carisma. También a desarrollar empatía hacia ella. Pero lo principal es que entenderemos que, en su caso, como en el de muchos artistas caídos en desgracia, fueron varias las circunstancias que la llevaron a tocar fondo.
Recordemos que el malo de la película siempre parecía ser su marido, Bobby Brown, y aunque de hecho es poco lo que contribuye con su testimonio a esta película, fueron también momentos de su niñez y el círculo de su gente de confianza los que habrían contribuido además a su caída.
Quizá porque no suelo buscar o hurgar en la vida personal de los artistas es que desconocía que en la vida de Whitney hubo, por ejemplo, una mujer muy especial en la que ella confiaba plenamente y que hizo dudar a muchos sobre su orientación sexual.
En otro momento íntimo de este documental, Whitney enseña su frustración con el hecho de que el negocio de la música parece estar cambiando y su estilo parece estar pasando de moda. Es ahí cuando, acompañada de su madre, despotrica sobre dos cantantes que no mencionaré para no dañar un momento de esta película que, aunque vulnerable, es jocoso por lo que ambas dicen.
Verla cantar a los 19 años en lo que fue su primera presentación en la televisión de Estados Unidos es material de archivo que yo no había visto. Y, luego de hacerlo, se entiende por qué dos importantes sellos discográficos se peleaban para que firmara con ellos su primer contrato de grabación. Sin embargo, la película también incluye imágenes de una gira internacional en una etapa avanzada de su carrera donde la gente exigía la devolución del dinero por el desempeño vergonzoso de la artista sobre el escenario.
Uno de los momentos más desgarradores es verla sentada sola en un bar, a la luz del día, tarareando sus canciones mientras una mujer limpiaba la barra sin percatarse de ella. Es el momento donde su público hubiese querido estar a su lado y extenderle una mano.
Hay otro momento que también resulta muy revelador y que pone en evidencia las secuelas que el abuso durante la niñez deja en una persona. Para ello tendrán que ver la película.
Una amiga me decía que las canciones de Whitney marcaron a nuestra generación y es muy cierto. Escucharla de nuevo representa un viaje inmediato a esa época. No sé qué tan fácil le resulte al público llorar, pero de seguro, cuando rueden los créditos, al menos una lágrima saldrá de sus ojos.