CNNE 543198 - mujer es acosada por usar una camiseta de puerto rico
Mujer es acosada por usar una camiseta con la bandera de Puerto Rico
01:39 - Fuente: CNN

Nota del editor: Isaac Bailey fue profesor de Política Pública, patrocinado por James K. Batten, en la Universidad de Davidson. Fue becario Nieman en la Universidad de Harvard en 2014, y es el autor de Mi hermano Moochie: recuperando la dignidad entre el crimen, la pobreza y el racismo en el sur estadounidense(otherpress.com). Sígalo en Twitter: @ijbailey. Las opiniones expresadas en este comentario son propias del autor. Encontrará más artículos de opinión en CNN.

(CNN) –  Debo reconocerlo. Creí que sería una persona blanca, simpatizante de Trump, pensé que tenía que ser una persona blanca, simpatizante de Trump. Así reaccioné instintivamente al más reciente ejemplo de una larga serie de muestras de odio público cotidiano que parecen no tener fin. En este caso, le ocurrió a un hombre mexicano de 91 años, Rodolfo Rodríguez, quien había sido golpeado con un bloque de concreto por una mujer en el sur de California. Según un testigo, la mujer le gritaba “vuelva a su país; vuelva a México.” Laquisha Jones, de 30 años, fue arrestada a raíz del incidente una semana después, en Los Ángeles.

Una imagen del atacante me vino a la mente cuando escuché sobre la historia: una mujer blanca de mediana edad, vistiendo una gorra que decía “haga grande a Estados Unidos otra vez,” o MAGA, por sus siglas en inglés. La mujer le gritaba con todas sus fuerzas, con los pulmones ennegrecidos a raíz de haber fumado durante años. Pero me equivoqué. Una testigo que grabó el ataque dijo que la mujer era negra, y que un grupo de hombres también golpeó a la víctima una vez que estaba en el piso.

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Pensé que tenía que ser una persona blanca, simpatizante de Trump, porque durante las elecciones de 2016 recuerdo cuando dos hombres blancos en Boston se jactaron de golpear a un hombre hispánico sin hogar, en honor a Donald Trump. Éste último lo justificó inicialmente, diciendo en broma que los atacantes eran personas apasionadas. Recuerdo a la joven mujer negra que fue echada a empujones de un evento de Trump. Recuerdo al hombre negro que fue golpeado por un hombre blanco de mayor edad en otro evento. Trump dijo que pagaría los gastos legales a aquellos que atacaran a manifestantes.

Pero la realidad es que la retórica tóxica, que posibilita el odio cotidiano, no discrimina por raza ni inclinación política; es una mentalidad de “nosotros contra ellos,” y lo único que hace falta para que haya violencia es que alguien crea que son parte del “nosotros,” y que es correcto atacar al grupo de “ellos.” No sé si Jones es simpatizante de Trump dado que, si bien tiene pocos, el presidente sí tiene simpatizantes negros estadounidenses. Pero eso importa menos que mi suposición automática y equivocada de que tenía que ser alguien de una tribu diferente, a pesar de que faltara mucho para que yo conociera todos los detalles. Ahí está el peligro. Semejantes suposiciones nos convencen de justificar las terribles acciones del grupo de “nosotros,” y a la vez nos dejan sintiéndonos cómodos con demonizar a aquellos del grupo de “ellos.”

Ocurrieron tantos eventos desagradables en los últimos dos años, que cuesta mantenerse al día. Pero siguen ocurriendo. Recientemente, además de la golpiza al señor Rodríguez, estos incidentes odiosos incluyen el acoso a Mia Irizzary en un parque de Illinois, por el pecado de vestir una camiseta de manga corta, roja, blanca y azul, con las palabras “Puerto Rico.”

Irizzary grabó el incidente del 14 de junio en su teléfono, diciendo que se sintió amenazada, y publicó el video en Facebook. Timothy G. Trybus, que después sería arrestado bajo los cargos de ataque y alteración del orden público, le dijo: “usted no debería vestir eso en los Estados Unidos.”

El hombre continuó: “¿es usted ciudadana? ¿es ciudadana estadounidense?” Al parecer el hombre desconocía que los puertorriqueños son estadounidenses. En el video, Irizarry le aclara eso.

El incidente tuvo un agravante, que fue la falta de acción de un policía que estaba en el lugar, a pesar de que el hombre se acercó varias veces a Irizarry y la insultó, y a pesar de que ella se había alejado varias veces. Se la oye a Irizarry en el video diciéndole “agente, me siento completamente incómoda” y “me siento incómoda con la presencia de ese hombre aquí, ¿hay algo que usted pueda hacer?”.

Los incidentes experimentados por los negros estadounidenses son demasiados para poder contarlos. Incluyen un incidente reciente en que una mujer blanca llamó a la policía porque un niño de 12 años cortó parte del pasto de su jardín, mientras cortaba el pasto del jardín aledaño. Estamos ante una situación extrema, cuando los incidentes cotidianos que generan violencia letal o casi letal, se vuelven tan dolorosos que entumecen.

No es la primera vez que este tipo de situaciones ocurren en este país. La violencia generada por la división y el temor comenzaron mucho antes del surgimiento político de Donald Trump. Los crímenes de intolerancia aumentaron en los últimos cuatro años, e incluyen el fin de la era de Obama. Pero a fin de mantener la perspectiva, debemos recordar que las cosas han estado peor. Hubo bombas e incidentes terroristas en los años sesenta, setenta y ochenta, y las acciones de Timothy McVeigh y Eric Rudolph en la ciudad de Oklahoma y Atlanta en los noventa. El país también pasó por un siglo en el que se linchó a gente y se quemó a gente negra en las plazas públicas.

Aun así, se siente como si hubiéramos cruzado un rubicón, en que nuestros ángeles más oscuros fueron desatados, y cada día, acciones rutinarias pueden convertirse en eventos potencialmente fatales o que alteran la vida. Se siente como que la gente común, no solamente gente demente o violenta, permite que su enojo se convierta en armas mortales. Recuerde que hace poco tiempo un hombre masacró a sesenta personas e hirió a cientos más en Las Vegas, pero semejante fealdad extrema no logra mantener nuestra atención ante el próximo titular de noticias.

Como vimos con Rodolfo Rodríguez, las personas blancas y simpatizantes de Trump no son los únicos que desatan su ira. Pero los crímenes raciales están dirigidos mayoritariamente a los negros estadounidenses y la intolerancia religiosa suele estar dirigida a los judíos estadounidenses. No se trata de la mal definida “civilidad” por el que muchos han clamado, y que demasiadas personas han priorizado por encima de una sed de justicia legítima (en contraste a la relativa calma del orden establecido). Es algo que no aún entendemos y aún no sabemos encauzar debido a que nuestras divisiones, que han sido profundas y extensas, han sido dejadas al descubierto en años recientes de un modo que no había ocurrido desde bastante tiempo.

Esa realidad nos acompañará en el futuro próximo. Es el resultado de los problemas de desarrollo de un país que cambia a diario, y genera temor en la gente como nunca antes han visto. Pero el temor no es ni una buena razón para herir a otros con displicencia ni para ceder a los instintos naturales que intentan convencernos que el atacar a otros —en vez de mirarnos a nosotros mismos— es la mejor forma navegar por estos tiempo confusos.

Debemos ser mejores que eso. Debemos serlo.