Nota del editor: Carlos Alberto Montaner es escritor y analista político de CNN. Sus columnas se publican en decenas de diarios de España, Estados Unidos y América Latina. Montaner es, además, vicepresidente de la Internacional Liberal. Las opiniones expresadas en esta columna son exclusivas del autor.
(CNN Español) – El lunes pasado, en una convención del Partido Socialista Unido de Venezuela, el presidente Nicolás Maduro admitió el fracaso de su gobierno.
Dijo: “Los modelos productivos que hasta ahora hemos ensayado han fracasado y la responsabilidad es nuestra”.
Algo que no debe sorprendernos tras las imágenes de las personas rebuscando comida en la basura, los cientos de miles de exiliados, la advertencia del Fondo Monetario Internacional sobre el monstruoso nivel de la inflación de Venezuela: nada menos que un millón por ciento. A lo que se agrega la crisis médica que atraviesa el país, más los castigos selectivos impuestos a los funcionarios presuntamente corruptos por Estados Unidos, la Unión Europea, Suiza e incluso Panamá.
Yo esperaba que, tras esa confesión, Maduro renunciaría, pero nada de eso sucedió. Dijo que en dos años la crisis habría terminado y Venezuela sería otra vez una nación próspera.
Mi opinión es que eso nunca sucederá mientras Maduro y el chavismo se mantengan en el poder.
Quienes han destruido y saqueado a Venezuela (aunque lo nieguen) no pueden reconstruirla. El control de precios y las estatizaciones casi siempre conducen a la ruina. Eso se sabe desde tiempos inmemoriales.
Para superar la espantosa situación venezolana, opino, hay que celebrar elecciones limpias que barran con el chavismo y permitan que surjan nuevas caras.
Esos nuevos políticos y funcionarios, para ganarse el ilusionado respaldo del país, tienen que abrir las cárceles y liberar a todos los presos políticos, al tiempo que borran todo vestigio de estatismo.
No basta con que Maduro entone un mea culpa. Está bien que reconozca su responsabilidad, pero si no busca una manera de cancelar la pesadilla, el horror continuará repitiéndose. Sin duda.