(CNN) — “¡No!” ¡No quiero!”, dice tu terrible hijo de dos años mientras empuja el plato de ejotes. ¡Pero si este era un vegetal que se comía feliz y regularmente! Pronto, los duraznos, las peras y otras verduras que antes le encantaban entran en la lista de “¿Estás loco? Yo no como esto”.
¿Qué está pasando? ¿Qué puedes hacer tú, padre o madre preocupado, para asegurarte de que tu hijo esté obteniendo los nutrientes que necesita para crecer? Si eres como la mayoría de las mamás, los papás o los abuelos, probablemente empieces a intentar convencerlo, a acosarlo, a rogarle o incluso a sobornarlo con el postre.
¡Relájate! Según un estudio reciente que se publicó en la gaceta Appetite, tu hijo pequeño crecerá bien, aunque sigan los remilgos.
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“La presión de los padres no tiene efectos, ni buenos ni malos, en los remilgos o en el peso de esta población”, señaló la autora del estudio, Julie Lumeng, pediatra y profesora investigadora del Centro para el Crecimiento y el Desarrollo Humano de la Universidad de Michigan (Estados Unidos).
La mayoría de las investigaciones sobre “alimentación selectiva”, como le llaman ahora, se centra en niños mayores o de diferentes edades, predominantemente caucásicos, a los que se dio seguimiento por periodos cortos. Lumeng estudió a lo largo de un año a un grupo de 244 niños de diverso origen étnico, de entre dos y tres años; comparó las técnicas de presión de sus padres con el crecimiento del niño y con la reducción de su conducta selectiva al comer.
“No hay pruebas, según este estudio, de que si presionas a tu niño reacio común crecerá más o se comportará mejor”, dijo Melanie Potock, especialista en alimentación pediátrica y autora del libro Adventures in Veggieland (Aventuras en la tierra de los vegetales), quien no participó en el estudio.
“No es novedad que los padres no tienen que presionar a su hijo remilgoso, pero siguen haciéndolo”, agregó Ellyn Satter, autora del libro Child of Mine: Feeding with Love and Good Sense (Hijo mío: Cómo alimentar con amor y sentido común), que tampoco participó en las investigaciones. “Esperemos que estudios como este logren que el mensaje pegue”.
¿Por qué los padres recurren a tácticas agresivas con la comida? Porque lo que un niño come está muy íntimamente ligado con el sentido de la responsabilidad y la crianza de los padres, explicó Potock.
“En mi experiencia, suele deberse a que les da miedo o les preocupa la salud nutricional de su hijo”, señaló Potock. Dijo que en el caso de otros padres, puede deberse al desperdicio de comida, “particularmente si los padres tienen problemas económicos”.
“Algunos padres presionan a sus hijos para que coman porque así les enseñaron. Ya sabes, el club del plato limpio, ¿no?”, agregó Potock.
Los resultados de la presión de los padres, de acuerdo con Tanya Altmann, pediatra radicada en Los Ángeles (Estados Unidos) y coautora del libro “What to Feed Your Baby” (Qué darle de comer a tu bebé) no sorprenden a quienes trabajan con niños regularmente. “Cuando los padres se centran demasiado en cada bocado y presionan a su hijo para que coma, suele resultar contraproducente porque los niños se niegan, parecido a lo que pasa cuando les enseñas a dejar el pañal”, dijo.
También es adecuado, en el sentido del desarrollo, que los niños cambien sus hábitos alimenticios conforme van creciendo, dijo Satter. Durante su primer año, la novedad de sentarse a la mesa y comer comida de adultos les causa emoción hasta que de repente, “llega la magia negativa”.
“Parece que pasa algo cognitivo y ahora, la comida conocida se vuelve desconocida y no quieren comerla”, señaló Satter. “Si los padres pueden sortearlo, cuando los niños alcancen la edad preescolar serán menos escépticos con los alimentos desconocidos”.
Satter creó un modelo de “división de la responsabilidad” para los problemas de alimentación durante la niñez que se centra en “ser considerado sin estar demasiado atento”. Recomienda que los padres preparen y sirvan alimentos que les gusten para modelar una alimentación saludable y que agreguen una o dos cosas a lo que sus hijos suelen comer.
“No los atiendan en exceso ni limiten el menú a las cosas que el niño acepta de buen grado”, advirtió Satter. “Tampoco los obliguen a comer. Dejen que su hijo decida qué y cuánto comer de lo que pongan en la mesa”.
Beth Saltz, nutrióloga y chef radicada en Los Ángeles, así como coautora del libro “What to Feed Your Baby”, coincide en que los padres deben dejar de ser “la policía de la comida”. Recomienda intentar que la comida sea divertida y sin presiones.
“Siéntense en familia, sin importar cómo sea tu familia”, dijo Saltz. “Apaga las pantallas. Cocina. Me gusta reforzar estrategias positivas como estas para alimentar a los niños pequeños en vez de las negativas como presionar”.
“Los niños comen mejor cuando reciben la atención absoluta y positiva de sus padres”, señaló Satter, quien agregó que la regla también se aplica cuando ordenas comida a domicilio o cuando vas a un restaurante. “Sin importar de dónde haya salido la comida, sigue siendo importante sentarse juntos y ponerse atención cuando coman”.
Potock también trabaja con niños con necesidades especiales que tienen problemas sensoriales intensos que les dificultan comer; recomienda a los padres que consulten a su pediatra si creen que la conducta de su hijo tiene trasfondo médico. Sin embargo, les dice a todos sus clientes que fomenten la curiosidad de sus hijos con los alimentos nuevos.
“Les recomiendo que pongan en el plato del niño una cucharada de cualquier alimento nuevo, especialmente alimentos que el resto de la familia come a la hora de la comida”, dijo Potock. “Pero no los obliguen a comérsela. Tan solo ponerla en el plato del niño es el primer paso para que se haga amigo de ese alimento”. También recomienda hablar de cómo se cultiva dicho alimento, como los ejotes y Juanito y las habichuelas. Mejor aún, cultiva algunos vegetales en casa si es posible y deja que tu hijo los coseche y los prepare, recomienda Potock.
Lleva a tu hijo frecuentemente al mercado para que vea y toque las nuevas tentaciones. También recomienda que juegues con la comida, usando frijoles para jugar a la lotería, por ejemplo.
“Pero no le digas ‘cómete los frijoles’”, advirtió Potock. “Puedes lograr que el niño se coma los frijoles, pero no aprenderá a amarlos. No desarrollará esa curiosidad por su cuenta”.
El momento perfecto para impulsar a un niño a que se alimente sanamente es cuando empieza con los alimentos sólidos.
“Los bebés aprenden la preferencia por los sabores desde muy pequeños, así que ofrécele alimentos de varios sabores, texturas e incluso temperaturas”, señaló Potock.
“Opta por empezar con alimentos saludables como puré de aguacate, yogur orgánico solo, puré de verduras”, dijo Altmann. “Deja que tu bebé se acerque y abra la boca cuando quiera comer. No lo obligues a comer ni juegues al avioncito… eso no sirve”.
Potock agregó que introducir variedad desde tierna edad ayudará a los padres a sobrevivir la época de los remilgos y a preparar a su hijo para el éxito posterior.
“Cuando el niño salga de la etapa natural de los remilgos, se habrá expuesto y se habrá vuelto amigo de muchos alimentos diferentes, y estará listo para volverlos a probar”, dijo Potock.