Nota del editor: Carlos Alberto Montaner es escritor y analista político de CNN. Sus columnas se publican en decenas de diarios de España, Estados Unidos y América Latina. Montaner es, además, vicepresidente de la Internacional Liberal. Las opiniones expresadas en esta columna son exclusivas del autor.
(CNN Español) – El Salvador fue el último país centroamericano que rompió con Taiwán y estableció relaciones con la República Popular China. Lo hizo por razones económicas y por razones políticas.
Las económicas son las inversiones millonarias que hará China comunista en el país, por medio de la China Association for the Promotion of Development, una entidad oficial creada por el Banco de Desarrollo de China para estos asuntos.
El propósito es crear una especie de hub o gran centro de distribución de productos chinos en El Salvador y en toda América Latina.
El proyecto incluye un gran centro turístico, cultural y financiero, cuatro parques enormes y un puerto capaz de mover un millón de contenedores anuales.
Naturalmente, las inversiones chinas necesitarán la colaboración de miles de trabajadores. Es decir, se crearán miles de empleos.
Y ahora vamos a las cuestiones políticas. En mi opinión ése es el talón de Aquiles. Nadie puede estar en contra de la modernización y el desarrollo económico de El Salvador, pero sí de que no se tengan en cuenta la democracia y las libertades.
A la República Popular China le importa un comino el destino político de los salvadoreños, como no le importaba ayudar copiosamente a la Venezuela de Hugo Chávez.
Opino que el Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN), que gobierna el país, es un partido comunista que tratará de eternizarse en el poder con los recursos que le darán los chinos. Los emplearán para crear un sistema clientelar de estómagos agradecidos.
Eso precipitará otra vez el conflicto violento. No tardará en ocurrir.