(CNN Español) – El sirio Ahmed Ahjam llegó a Uruguay en diciembre de 2014, después de 12 años de reclusión en la base estadounidense de Guantánamo. Llegó peludo, barbudo, sin hablar una palabra de español.
Cuatro años después, luce un corte de pelo a la moda, sin barba y habla un tímido español con acento árabe. Anda en bicicleta como hobby y, desde hace dos semanas, inauguró una tienda de dulces árabes en el Mercado Agrícola de Montevideo, uno de los principales mercados de la capital uruguaya.
Su historia de inserción social y laboral contrasta con la del también sirio Jihad Diyab, quien, tras varios intentos frustrados, huelgas de hambre y denuncias de que el gobierno uruguayo y el estadounidense le impedían irse, salió del país el mes pasado, a través de Brasil, rumbo a Turquía. Su paradero hoy es desconocido.
Hoy, los dulces de Ahmed no duran nada. Apenas los pone a la venta, se le agotan. Cada vez que CNN concurrió a sacarle fotos, pidió disculpas: “El fin de semana vendí todo”, dijo una vez. “Ya no me queda casi nada para vender”, dijo otra. Como pan caliente, los uruguayos le compran la producción artesanal que Ahmed puede producir día a día.
“Voy a trabajar mucho”, dijo el día de la inauguración del local, agradeciendo a los uruguayos por la buena acogida. Junto a él, el intendente (alcalde) de Montevideo, Daniel Martínez, inauguraba el local y decía: “Uruguay tiene que ser una tierra de oportunidades para todos”.