Nota del editor: Fernando Berckemeyer es un periodista peruano egresado de la Pontificia Universidad Católica de Perú con maestría en leyes de Harvard. Es el vicepresidente regional de la Comisión de la Libertad de de Prensa de la Sociedad Interamericana de Prensa. Fue director del periódico El Comercio (2014-2018).
(CNN Español) – Si algo positivo puede verse en la llegada al poder de personajes como Jair Bolsonaro, que dan voz al machismo, el racismo, la homofobia y en general, todos los prejuicios que nos vienen de la tribu, es que con ellos los “argumentos” detrás de estos prejuicios se colocan sobre la mesa pública. Al hacerlo, ofrecen la posibilidad de ser puestos en evidencia como el fraude que invariablemente son.
Esta oportunidad no debe ser desaprovechada. Es verdad que lo más seguro es que a la mayoría de las personas que comparten posiciones como las de Bolsonaro se les aplica lo que creía Jonathan Swift: que no se puede lograr por medio de la razón que una persona abandone una posición a la que no llegó usando la razón. Pero siempre vale la pena dar la batalla.
Una buena oportunidad para esta puesta en evidencia es la posición de Bolsonaro sobre la homosexualidad, bastante bien resumida en la viralizada entrevista que le hiciera la actriz Ellen Page, si bien parece haber atemperado sus opiniones públicas sobre el tema en las últimas semanas. En ella, Bolsonaro repite de varias formas diferentes uno de los principales caballitos de batalla de quienes piensan como él: que si la homosexualidad es tratada como algo “normal”, se multiplicará el número de homosexuales. Así, eso pasaría si se distribuye material sobre el fenómeno LGBTQ a los niños, o si estos están rodeados de personas con comportamientos gais, o si, en general, crecen las libertades. Incluso, en un momento de la entrevista, Bolsonaro parece relacionar el número de homosexuales con que las mujeres trabajen.
Para ser alguien que dice que la homosexualidad no es algo normal, Bolsonaro parece creer que está por todas partes. No se da cuenta de que su discurso asume que la homosexualidad es algo que está latente de forma natural en las personas. Al fin y al cabo, cuando no hay agua atrás, no hay riesgo de sacar diques – o de aumentar “libertades”.
Es gracioso, pero al final los Bolsonaro del mundo acaban creyendo —aunque no lo noten— que la homosexualidad es algo mucho más común de lo que piensan quienes sí la aceptan como algo natural y no negativo. Algunos estudios científicos muestran porcentajes muy bajos para la población predominantemente homosexual. Para las personas como Bolsonaro, en cambio, la homosexualidad es algo que, al menos en los niños, parece estar siempre a la vuelta de la esquina.
Bolsonaro y quienes piensan como él acaban viviendo así en un mundo en el cual lo que más los asusta está por todos lados. Tal vez, después de todo, tuvo razón Séneca: todo necio acaba sufriendo el castigo de sí mismo.