(CNN) – Hereditary, la opera prima de Ari Aster, comienza con una extraordinaria toma inicial. En una habitación llena de objetos la cámara se acerca lentamente a una elaborada casa de muñecas. Primero la atención se centra sobre una recámara en el primer piso, hecha con minucioso detalle. Conforme el diorama llena la escena, un hombre camina por la habitación y sacude a su hijo para que despierte. Se le hace tarde para el funeral de su abuela. La cámara se mueve, pero la mise-en-scène queda establecida.
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Lo extraño termina suelto, lo real y lo fantasmagórico se emulsionan. Estos personajes son títeres de una fuerza externa; el escenario es un conspirador bien dispuesto. La casa es el lugar en el que vive el horror.
Estas ideas no son nuevas en el género e independientemente de si Aster lo reconoce, su cinta es la convergencia de muchas de las expresiones del horror en el ámbito doméstico. Sin hablar de la trama (es mejor no hacerlo) el guionista y director se aprovecha de todo —la tragedia griega, la literatura gótica, las películas de destripadores de la década de 1980— y da toques de El bebé de Rosemary, Amenaza en la sombra, y El resplandor a su coctel perturbador.
Toni Collete da vida a una artista asolada por el duelo que trabaja en su casa. Se ha dicho que su actuación será candidata al Óscar; sin embargo, todo actor necesita un escenario y el que conjura la diseñadora de producción, Grace Yun, merece atención. Es un personaje por derecho propio.
La casa de la familia es un espacio profundamente perturbador, aunque ya hemos visto esa idea antes. Esta familiaridad hace que nos preguntemos por qué seguimos tan asustados y por qué seguimos volviendo por más.
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No hay ningún lugar seguro
El filósofo francés Gaston Bachelard escribió en La poética del espacio: “Si alguien nos preguntara cuál es el beneficio más preciado del hogar, diríamos que el hogar alberga los sueños, protege al soñador y nos deja soñar en paz”.
Entonces, si le quitamos la paz y la protección a la casa, los ocupantes se enfrentan a una especie de crisis existencial. (Esta idea es el eje de ¡Madre!, de Darren Aronofsky, una cinta envuelta en alegorías magníficas).
Sin importar cómo se manifieste, todos tememos perder el control del espacio que consideramos seguro. Pero la percepción es tanto subjetiva como objetiva. Hay quien se pregunta si las casas pueden llegar a ser lugares seguros y nadie lo hizo con más alegría que el mismísimo maestro del suspenso, Alfred Hitchcock.
En 1965, Hitchcock dijo que “una de las grandes aportaciones de la televisión es que llevó los asesinatos de vuelta al hogar, a donde pertenecen”. El aforismo del director suena cierto. En muchos casos, los hogares están rebosantes de violencia.
“Son lugares llenos de tensión: violencia psicológica, violencia emocional y, en algunos casos, violencia literal”, dijo Mark Jancovich, profesor de Estudios Fílmicos de la Universidad de East Anglia. “Imaginamos que [las amenazas violentas] son externas, queremos creer que son externas, pero en realidad emanan frecuentemente del interior”.
“Es probable que estemos encerrados con las personas a las que más deberíamos temer”, fue su escalofriante sentencia. Las estadísticas lo demuestran. Entre 2005 y 2010, en Estados Unidos, los desconocidos cometieron solamente el 9% de los crímenes violentos en la casa de la víctima.
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En todo caso queremos seguir creyendo que nuestra casa es un lugar seguro. Las cintas de horror que transcurren en una casa podrían ayudarnos con esto.
Existe el argumento de que ver películas de miedo es catártico: una simulación de nuestros peores temores sin consecuencias. La experiencia es estresante, pero a final de cuentas es satisfactoria porque cuando llegan los créditos, podemos regresar a la realidad ilesos. Aristóteles diría que la catarsis nos ayuda a explorar y a entender nuestros temores, así que cuando pensamos en nuestra casa podemos usar este conocimiento para volver a sentir que tenemos el control.
Yun cuenta que tuvo pesadillas cuando construía el domicilio de Hereditary. En teoría, al menos, no fueron inútiles.
Ojos que no ven… corazón que si siente
Podría ser un poco difícil convencer al público de que la película es una experiencia mental positiva; sin embargo, si se la ve a través de esta lente, la casa se vuelve un conmutador y Yun y Aster tienen muchas formas de conectarse con nuestros miedos.
La casa del siglo XX de la familia Graham es lo suficientemente rural como para evocar a una mansión gótica, pero construida con una sensibilidad moderna. Sus interiores, con paneles de madera en los muros y camas con cabeceras de hierro forjado, es una mansión hecha con un presupuesto suburbano. Afuera hay una casa del árbol aislada, sin estar del todo dentro del bosque.
“[Ari y yo] no queríamos que luciera decrépita. Queríamos que siguiera una línea de credibilidad”, dijo Yun en una entrevista telefónica. A primera vista lo es, pero el diablo está en los detalles. La difunta madre de Annie tenía mal genio y vivía en la casa. Su influencia permeó en la madera y reverbera sin quererlo en la línea materna.
El legendario director Darío Argento ha dicho que “sin psicología, las películas de horror no existirían”. En Herditary, el duelo es una fuente de horror tan buena como lo paranormal y ambos se ven reflejados en el diseño. El estudio de Annie está lleno de miniaturas reales e imaginarias de su vida hogareña, escenas muy reales, tan precisas como perturbadoras. “Como es artista, [son] su forma de procesar los acontecimientos traumáticos… acontecimientos que aún no ha resuelto”, dijo Yun.
Los dioramas domésticos que crea se desparraman hacia la casa real. Yun estudió las casas de muñecas y notó que cada habitación tiene su propia estética: paletas de color, patrones del tapiz y simetría. A través de la ingeniería inversa, se aseguró de que “cada habitación tuviera su aspecto propio”. Eso ayuda al público a navegar por el espacio, pero también da la idea de que “estás atrapado dentro de las obras de Annie”, explicó.
La traducción literal del término alemán unheimlich de Freud, de donde deriva lo misterioso, es “siniestro”. Ambas son descripciones adecuadas del efecto que Yun creó.
Es curioso que Yun haya reconocido que “no es muy versada” en el género del horror. “Ari pensó que mi ignorancia de alguna forma era un beneficio porque no quería una fotocopia” de lo que ya existe. Es interesante —y tal vez remita a algo inconsciente— que la forma en la que Aster usa la casa, construida para albergar las tomas de su lista de 80 páginas, evoque a algunos clásicos del género.
Más de 100 años de películas de miedo han codificado los interiores de la casa. Sabemos por Psicosis, El silencio de los inocentes y Huye, que entrar a un sótano conlleva muchos peligros. Los áticos son zonas de revelaciones peligrosas para los intrusos (Los inocentes), un espacio en el que los ocupantes se enfrentan a partes incómodas de sí (Jane Eyre). Tanto en la vida como en el cine de horror, “necesitas un espacio sellado”, dijo Jancovich.
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Afirmó que no podemos vivir entre todas nuestras posesiones y elegimos qué mostrar. Si pensamos en la casa como una metáfora del cerebro hay espacios periféricos a donde relegamos las posesiones, los recuerdos o los pensamientos que no queremos enfrentar pero que tampoco podemos soltar… ojos que no ven, corazón que no siente. En conjunto, esos espacios pueden volverse el repositorio de nuestros miedos.
A través de la repetición de espacios y símbolos, el género hace mucho para reforzar su propio lenguaje visual. En Hereditary, cuando Annie pasa frente a la puerta de la habitación de su madre, sabemos que no puede haber nada bueno detrás.
Con eso no pretendo decir que la cinta de Aster no es original o que su casa no es sutil. Por ejemplo, la forma en la que Yun da sustancia al personaje de Charlie (Millie Shapiro), la hija renuente de Annie, con su propio estudio extravagante, es un deleite retorcido que invita a la inspección minuciosa y que dio origen a su propia página en Etsy .
“[A Aster] le encantan las películas que cuando las vuelves a ver, descubres algo nuevo, descubres una capa nueva”, dijo Yun. Su diseño de producción está lleno de detalles y motivos que solo detectarás la segunda o la tercera vez que la veas. Las otras casas miniatura de Annie que hay por toda la casa merecen escrutinio, por ejemplo. “No quiero revelar demasiado, pero todo eso estuvo pensado, desde luego”, dijo.
“La idea de este diseño es que fuera evocador. Siento que engendré algo al final. Fue catártico de cierta forma”, reflexionó Yun.
Aunque Yun se sienta liberada, el público todavía no llega a ese punto. Su bebé, esa casa, está lista, esperando a recibir a sus próximas víctimas.
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