Nota del editor: Fernando Berckemeyer es un periodista peruano egresado de la Pontificia Universidad Católica de Perú con maestría en leyes de Harvard. Es el vicepresidente regional de la Comisión de Libertad de Prensa de la Sociedad Interamericana de Prensa (SIP). Exdirector del periódico El Comercio (2014-2018).
(CNN Español) – Cuando en julio de este año el presidente Vizcarra empezó a enfrentar al fujimorismo, que entonces era todavía el tan absoluto como agresivo dueño del Congreso peruano, hubiera sido imposible calcular el tamaño de la victoria que, menos de medio año después, ha logrado.
En este corto tiempo, la que fuera todopoderosa fuerza opositora ha sufrido una desinflada inaudita que tiene a más de un analista especulando sobre la posibilidad del fin de su relevancia, y a ella misma insistiendo al presidente por la importancia de “detener los enfrentamientos” y establecer una agenda común. En corto, agitando banderas blancas. Poco queda de la prepotente y malintencionada decapitadora de ministros y del propio presidente al que Vizcarra acabó sucediendo.
Como fuera, el caso es que a la fecha Vizcarra, con el entusiasmado respaldo de la mayoría de la opinión pública, es el dueño de un poder como el que no ha tenido en mucho tiempo ningún presidente peruano. Y la pregunta es si lo usará para algo más que para conservarlo. Esto es, para hacer cosas que vayan más allá del juego político y den un verdadero contenido a las victorias obtenidas.
Materias que abordar sobran. El año pasado, por primera vez en diez años consecutivos, el Perú dejó de reducir el porcentaje de pobreza en su población, el mismo que continúa aún en un importante 21,7%. Y no es el caso que Vizcarra pueda esperar a que algún piloto automático de la economía vuelva a salvarlo. De hecho, el piloto automático hace tiempo que funciona en contra del país, que este año perdió nuevamente varios puestos en el ranking del Doing Business del Banco Mundial, figurando en algunas categorías cruciales entre los estados peor ubicados en el índice. Por ejemplo, en lo que toca al peso de las regulaciones burocráticas sobre el sector privado, el Perú está en el puesto 128 de 140 países medidos, lo que de por sí sólo vuelve muy relativo que podamos considerarnos una economía libre.
Otro ejemplo es el de la justicia. En la categoría de “independencia del Poder Judicial”, el Perú está en un igualmente patético puesto 115 del ranking, y en la muy relacionada categoría de “eficiencia del marco legal en la resolución de conflictos”, es casi el último de la lista con un terrible puesto 136. Dos categorías que tendrían que interesarle particularmente a Vizcarra tomando en cuenta que la coyuntura que le permitió empoderarse fue el escándalo “Lavajuez”, que mostró con insuperable realismo a los peruanos la extensión de la crisis de su sistema de justicia.
En suma, Vizcarra ya mostró que es un buen político. Está por verse ahora si es también un buen gobernante. Ciertamente, no le alcanzará por mucho tiempo más sólo lo primero para mantener el respaldo ciudadano que tiene hoy y que, como el presidente sin partido y sin bancada que es, constituye la única fuente real de su poder.