Nota del editor: Carlos Alberto Montaner es escritor y analista político de CNN. Sus columnas se publican en decenas de diarios de España, Estados Unidos y América Latina. Montaner es, además, vicepresidente de la Internacional Liberal. Las opiniones expresadas en esta columna son exclusivas del autor.
(CNN Español) – Dijo Andrés Manuel López Obrador (AMLO) que entre sus tareas prioritarias estará combatir la corrupción y la impunidad. Creo que hablaba en serio.
Son dos caras del mismo fenómeno. Hay corrupción porque hay impunidad y la corrupción alimenta la impunidad. Es la pescadilla que se muerde la cola.
Es importante intentarlo, pero, a mi juicio, será muy difícil erradicar ambas lacras. Y la razón es que son sistémicas, no coyunturales.
Me explico: cuando los delitos forman parte de la existencia cotidiana no son excepcionales. Muchos mexicanos de a pie dan y soportan mordidas, como le dicen ellos a los sobornos. Esperan que mágicamente acabe la gran corrupción, pero no la pequeña, de la que obtienen su forma de vida.
El expresidente Felipe Calderón declaró, en 2008, que casi la mitad de la policía mexicana era incompetente o corrupta. Se trata de miles de personas cuyos delitos afectan a millones de mexicanos.
Ciertos funcionarios encumbrados venden licitaciones. Hay jueces que venden las sentencias. Con frecuencia, quienes tienen la obligación de combatir al narcotráfico acaban sometiéndose a la disyuntiva los dos metales: o reciben oro de los maleantes o reciben plomo.
Para combatir la gran corrupción una de las fórmulas más eficaces es entregar las licitaciones de cierto valor a unas compañías inglesas o suizas que organizan esos concursos con eficiencia y honradez.
En Budapest existe el Corruption Research Center que estudia las formas de enfrentarse a este delito.
Pero combatir la impunidad es más difícil. Vivimos en una época garantista en la que impera el principio de la presunción de inocencia.
Las organizaciones de la Sociedad Civil no permitirían tribunales especiales, pasar ciertos delitos y delincuentes a tribunales militares, o a jueces encapuchados para impedir las represalias de las mafias.
Es muy difícil, en fin, que AMLO tenga éxito en esos dos asuntos vitales. El expresidente Felipe Calderón lo intentó y fracasó. Ojalá AMLO tenga mejor suerte.