Nota del editor: Pedro Bordaberry es un abogado y político uruguayo, profesor de la George Washington University. Lo puedes seguir en Twitter con la cuenta @PedroBordaberry.
(CNN Español) – Como en 2018, en 2019 seguirán las elecciones en América del Sur.
En 2018 cuatro países, Colombia, Paraguay, Venezuela y Brasil, celebraron comicios.
En Paraguay, el tradicional Partido Colorado conservó el poder, al triunfar Mario Abdo, quien sucedió a Horacio Cartes. En Colombia, Iván Duque sustituyó a Juan Manuel Santos.
En estos dos casos los cambios en cuanto a orientación política no fueron grandes.
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Enorme sí fue el cambio de Brasil con el impactante triunfo de Jair Bolsonaro.
Dejo fuera de este análisis a Venezuela por la inexistencia de las mínimas garantías democráticas y electorales con que el señor Maduro se perpetúa en el poder.
El año 2019 traerá otras tres elecciones en el Cono Sur.
Todas ellas en el mes de octubre.
Argentina, Bolivia y Uruguay celebrarán comicios presidenciales. Mauricio Macri en Argentina intentará la reelección, los uruguayos elegirán al sucesor de Tabaré Vázquez (que no puede ser reelecto) y el boliviano Evo Morales tratará de retener el cargo de presidente que ocupa desde el año 2006.
En el caso de Morales tiene que sortear todavía el problema que le pone por delante el resultado de la consulta popular que rechazó la posibilidad de su nueva reelección.
¿Qué puede pasar?
No parecen haber dudas de que la región se encuentra ante un cambio de humor de los votantes. Estos están dejando atrás varios años de gobiernos de los autodenominados “progresistas” o de “izquierda”, como los brasileños Dilma Rousseff y Lula da Silva, los argentinos Néstor y Cristina Kirchner, el paraguayo Fernando Lugo, Rafael Correa, de Ecuador, Michelle Bachelet, de Chile, los uruguayos José Mujica y Tabaré Vázquez, Evo Morales en Bolivia y Nicolás Maduro y Hugo Chávez, de Venezuela.
Los recientes triunfos de Sebastián Piñera (Chile), Mauricio Macri (Argentina), Horacio Cartes y Mario Abdo (Paraguay), Iván Duque en Colombia, Jair Bolsonaro en Brasil y Pedro Pablo Kuczynski (luego Martín Vizcarra) en Perú, parecen presagiar un tiempo nuevo.
En su poema “Ajedrez”, Jorge Luis Borges se refiere a las piezas que mueven los jugadores en el tablero, pero también a quien las mueve detrás de ellos.
Dice Borges que “También el jugador es prisionero (la sentencia es de Omar) de otro tablero de negras noches y de blancos días. Dios mueve al jugador, y éste, la pieza. ¿Qué Dios detrás de Dios la trama empieza de polvo y tiempo y sueño y agonía?”.
Más allá de análisis y estrategias, el dato frío de los resultados arroja que los electores de los países de la región parecen realizar los mismos movimientos casi al mismo tiempo. Como si una mano invisible los llevara a moverse, más tarde o más temprano, en las mismas direcciones.
En la década de 1980, a la salida de la dictaduras, eligieron gobernantes de centro como Julio María Sanguinetti en Uruguay, Raúl Alfonsín en Argentina, José Sarney en Brasil o de centro izquierda o centro derecha como los casos de Chile y Paraguay.
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Luego de ello, ya casi en la década siguiente, muchos de los países pasaron a tener gobernantes que postulaban ideas parecidas como la libertad económica, estados más eficientes, desregulación y apertura, como Luis Lacalle Herrera en Uruguay, Carlos Menem en Argentina o Collor de Mello en Brasil.
A mediados y finales de la década de 1990 esto se confirmó. Llegó una vuelta al centro con la reelección de Julio María Sanguinetti y luego la presidencia de Jorge Batlle, ambos en Uruguay, la llegada de Fernando de la Rúa en Argentina, Fernando Henrique Cardoso en Brasil y Ricardo Lagos en Chile, entre otros.
Todos presidentes de profundas convicciones democráticas, respetuosos de la institucionalidad y de políticas responsables y cuidadas.
En los primeros cinco años de este siglo el cambio fue muy grande y también se dio en la mayoría de los países. Pareció como si, salvo algunas excepciones como Colombia, todos los pueblos decidieran pasarse a los denominados “progresistas de izquierda”.
En Brasil, en Argentina en Uruguay, en Paraguay, en Chile, en Ecuador, en Bolivia, en Venezuela llegaron al poder los que profesaban estas ideas.
En muchos, por no decir en la mayoría de estos países, campeó la corrupción, aumentó la inseguridad pública y hubo un aumento enorme de los déficits fiscales (pese al enorme incremento del precio internacional de los productos de la región).
Hoy en día parece que esa fuerza invisible que está detrás de los votantes tomó otra decisión. Ya no quiere a estos gobiernos de pseudo izquierda progresista.
Ese nuevo camino lo indican los éxitos de Macri en Argentina y Cartes en Paraguay, que siguieron al primer triunfo de Piñera en Chile. Un Piñera que retornó al gobierno luego de ser sustituido por Bachelet. Abdo retuvo el año pasado el poder para el Partido Colorado en Paraguay. Iván Duque sigue la línea económica de sus predecesores en Colombia. Lenín Moreno en Ecuador triunfa de la mano de Rafael Correa pero pronto se diferencia y separa de él.
Son los tiempos de la eficiencia, del centro y de la condena a la corrupción.
Solo Evo Morales en Bolivia y Nicolás Maduro en Venezuela sobreviven aquella ola izquierdista pero surfeando momentos difíciles.
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El primero, no teniendo en cuenta el pronunciamiento popular que le impide ser reelecto. Maduro, desconociendo las mínimas normas democráticas, cerrando medios de comunicación y encarcelando oponentes políticos.
¿Seguirá esta ola de gobiernos de centro y de derecha en las tres elecciones que tendrán lugar en América del Sur en el 2019?
Mauricio Macri enfrenta grandes problemas económicos pero se beneficia de una oposición donde la desprestigiada Cristina Kirchner sigue teniendo la mayoría. Si el enfrentamiento es entre ellos dos no parece haber duda de que será reelecto.
En Uruguay el humor es de cambio. Luego de 15 años de gobiernos de la izquierda progresista, el modelo aparece como agotado: hay niveles de inseguridad como nunca existieron en la otrora tranquila República, graves casos de corrupción que terminaron con el procesamiento y renuncia de varios funcionarios, entre ellos el vicepresidente de la República, Raul Sendic. Todo parece indicar que también habrá cambios y Luis Lacalle Pou aparece como favorito entre la oposición.
Evo Morales en Bolivia es el otro que enfrentará una elección en 2019. Su desconocimiento del plebiscito del 2016, que le impide ser reelecto, acerca a su país más a la Venezuela de Maduro que a los otros países de la región. Lo cierto es que los ciudadanos de América del Sur vuelven a mover las piezas gubernamentales con su voto.
¿Qué los lleva a estos cambios?
Parece haber una fuerza atrás de sus decisiones que mueve las mismas. Como lo hizo a la salida de los gobiernos de facto en las décadas de 1980, de 1990, a principios de siglo y cuando resolvieron tener la experiencia del socialismo del siglo 21.
¿Será el fracaso de los gobiernos, el de las ideas que postularon, los mercados, la corrupción, la falta de resultados o las propias fuerzas de la historia?
Como en el ajedrez borgiano parece haber una mano detrás de la mano del votante que provoca, de tanto en tanto, estas olas políticas sudamericanas.