(CNN) – Los apagones generalizados han afectado a gran parte de Venezuela en las últimas semanas. Durante uno de ellos, Rosa Larrauri se encontró pensando en la oscuridad. La poca comida que había logrado conseguir se dañaría, y no tenía idea de cómo iba a reemplazarla. Sus hijos perderían otra vez clases, y sus planes de irse del país de una vez por todas seguían aplazándose.
Larrauri, su familia, y el resto del país ya habían pasado por esto. A principios de marzo, el colapso de la red eléctrica mantuvo a toda Venezuela en la oscuridad por casi una semana. Los apagones se han añadido a la larga lista de retos que enfrentan los venezolanos.
La combinación de fondos mal administrados y el decadente precio del petróleo han llevado a un colapso total de la economía. Para los habitantes del país, esto se ha manifestado en una severa escasez de comida, agua, una inflación invivible, el colapso del sistema médico y altos índices de criminalidad.
Mientras el Gobierno sigue negando la existencia de una crisis, un estudio universitario publicado en febrero del 2018 reveló que 87% de los venezolanos viven en la pobreza.
Cuando se fue la luz la semana pasada, Larrauri explicó que estaba metida en su cama, con poca energía o sin ganas de hacer mucho.
“¿Qué vamos a hacer hoy mamá?”, le preguntó Sophía, su hija de 10 años. “¿Vamos a jugar hoy? Tengo hambre”.
Mientras Larrauri se preocupaba del futuro, su hija la hacía volver al presente.
“Para ella era evidente que la vida continúa aún sin electricidad”, añadió Larrauri, de 49 años, quien también es mamá de Nicolás, de 15.
Ese día, con Sophía recordándole del presente, Larrauri se levantó de la cama, decidida a seguir: “por ella”, dijo. Su hija necesita una infancia, y ella está decidida a dársela, aún cuando el país entero se sume en el caos.
Esto significa consentir a Sofia de vez en cuando. Larrauri explica que hacen pizza casera cuando se consigue queso en la ciudad de Maracay, donde vive. También le compra helados si hay dinero después de comprar comidas más nutritivas a medida que se van consiguiendo.
Darle a su hija una infancia también significa enseñarle importantes lecciones de vida en medio de la crisis, añadió Larrauri.
‘En esta casa, cuando tenemos, damos’
Es tiempo de enseñar valores, dijo Larrauri.
En un país donde casi todos los alimentos escasean, encontrar hasta lo más básico se ha vuelto un lujo y un logro. Cuando Larrauri lo consigue, trata de compartir.
“A veces tengo 3 kilos de azúcar, y cuando puedo colaboro con los vecinos. La gente te ayuda también cuando puede”, dijo Larrauri. “Por lo menos mis hijos verán que en esta casa cuando tenemos damos, y cuando no tenemos llegará de algún lado”, añadió.
Esta lección, nacida de la necesidad de una madre en Venezuela, es un pedacito de sabiduría que algún día podría salvar la vida de su hija, explicó el doctor Ken Ginsburg, profesor de pediatría en el Hospital de Niños de Filadelfia, cofundador del Centro de Comunicación para Padres y Adolescentes, y autor de Creando Resiliencia en los Niños y Adolescentes.
“La lección aquí es que cuando tenemos más, compartimos, y cuando tenemos menos, podemos recibir sin sentir vergüenza”, dijo Ginsburg.
Cuando los padres les enseñan a los niños a dar, ellos aprenden que pueden hacer la diferencia en la vida de otra persona, dijo Ginsburg. Al mismo tiempo aprenden que todo ser humano en algún momento necesita recibir, añadió.
“Lo que te permite recibir es el entendimiento de que no hay lástima del otro lado. Y eso lo aprendes compartiendo cuando eres tú el que tiene más”, dijo Ginsburg.
La gente desarrolla lo que Ginsburg describe como resiliencia —la capacidad de adaptarse y crecer a raíz de los retos— cuando pueden mirar a otro ser humano y decir “necesito una mano”.
El poder de la conexión humana
Desde el principio de la vida, los niños están unidos a sus padres emocionalmente, explicó el doctor Arthur Lavin, pediatra y presidente del comité de aspectos psicosociales de la salud infantil y familiar de la Academia Estadounidense de Pediatría.
Un padre puede estar preocupado al enterarse den que no tiene electricidad para cubrir las necesidades de su familia, pero al niño puede que no le importe en ese momento si todavía es de día y puede jugar con su mamá y su papá, explicó Lavin.
Pero si el padre ha sido traumatizado por la situación, esto inevitablemente tiene un efecto directo en el niño, incluso si el niño no entiende los detalles de la situación, añadió.
La pregunta de Sophía sobre si jugar estaba en los planes del día, es su forma de decir “necesito saber que todavía estás presente en mi vida” y “quiero hacer que todo lo anormal se sienta lo más cercano a normal posible”, dijo Ginsburg.
La conexión entre un padre y su hijo es lo que en últimas hace que el hijo crezca emocionalmente durante los buenos y los malos tiempos.
“Esto no significa que el padre deba pretender que todo está bien”, advirtió Ginsburg. “Lo que quieres es demostrar ‘estoy cuidando de nosotros de la mejor manera posible, y vamos a superar esto juntos’”.
Cuando los padres están molestos, los niños están molestos, pero ellos no saben por qué
Cuando una madre está molesta, el niño lo sabe, incluso antes de intercambiar alguna palabra, explicó Lavin.
“Muchos padres piensan: ‘no quiero hablar de algo difícil que pueda incomodar a los niños”, dijo Lavin. “Pero cuando un padre está molesto, el niño también lo está. La única diferencia es que el niño no sabe por qué esta molesto”
Lavin recomienda a los padres que hablen con sus hijos sobre situaciones que la familia está afrontando a un nivel apropiado para sus edades, lo cual los padres pueden saber basado en la complejidad de las preguntas que hacen los niños.
Cuando se deja que los niños interpreten la situación ellos solos, muchos se imaginan un escenario que es peor aún que la realidad, explicó Lavin. “Decirles que algo malo está pasando los va a asustar menos de lo que los asusta lo que se están imaginando”.
Y aunque hay valor en promover la resiliencia en tiempos de dificultad, según dijo Lavin, esto no es la solución al extenso trauma que están infligiendo gobiernos como el de Venezuela.
La resiliencia no es la respuesta al sufrimiento
“La resiliencia no es la respuesta al hecho de que los gobiernos crean trauma. No es la respuesta al hecho de que este trauma puede pasar de los padres a los hijos”, dijo Lavin. “Eso son males que están mal sin importar qué tan resiliente es el niño”.
Mientras los dos gobiernos de Venezuela continúan peleando sobre si la ayuda humanitaria debe entrar al país, mientras la población cada vez sufre una mayor desnutrición, y mientras el número de muertos aumenta en hospitales sin electricidad, Larrauri continúa luchando para darle una infancia a su hija.
No tiene otra opción, dijo.
“Yo le cuento historias”, comentó Larrauri. “Le cuento historias sobre la época en la que trabajar duro significaba que podías tener un trabajo y eso significaba que podías tener tu casa y comprar comida. Le digo que en cualquier momento las cosas deben volver a cómo eran”.
Vasco Cotovio y Luis Graham-Yooll contribuyeron a este reporte