El presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, toma parte de una ceremonia con representantes de los pueblos originarios de México, el día de su toma de posesión, el 1 de diciembre de 2018.

(CNN Español) – En su libro Una historia de Europa desde 1945 Tony Judt recuerda una broma que circulaba en la época soviética: un oyente llama a Radio Armenia y pregunta si es posible predecir el futuro.

Le contestan “Sí. No hay problema. Sabemos exactamente cómo será el futuro. Nuestro problema es el pasado que siempre está cambiando”.

La cita viene a cuento por el pedido del presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, de que España solicite perdón por los excesos cometidos hace 500 años en la conquista del Nuevo Mundo.

López Obrador analiza lo ocurrido con una mirada hemipléjica que deja fuera una gran cantidad de factores y hechos, resumiendo y simplificando el análisis histórico a su conveniencia.

Hace aquello de lo que se quejaba el locutor de Radio Armenia.

Cuesta creer que un presidente de un país que, como México, enfrenta los enormes problemas que enfrenta, ponga su lupa, atención y esfuerzo en hechos ocurridos hace 500 años.

¿Qué sigue?

¿Pedirá ahora que se disculpen los aztecas por las masacres a las tribus “menores” que perpetraron antes de la llegada de Cortés?

¿A Estados Unidos por Chapultepec?

¿A los romanos por la invasión de la Galia, la Península Ibérica o las Islas Británicas?

Analizar la historia con ojos de hoy es un error que muchos cometen.

Cuesta creer que López Obrador no lo sepa.

Ello lleva a pensar que sus exigencias, dirigidas a España y El Vaticano, persiguen otros fines y no el de lograr disculpas o reconocimientos de hechos.

¿Cuáles?

El primero parece ser el de llamar la atención e insertarse en la agenda comunicacional internacional, lo que sin dudas ha logrado.

En forma efímera alcanzó lo que un viejo político uruguayo afirmaba era una necesidad de la vida pública: “es necesario que hablen de ti, bien o mal, pero que hablen”.

La preocupación por lo que sucedió hace 500 años contrasta con la actitud de López Obrador ante la situación en que se encuentra hoy Venezuela.

En una reciente conferencia en Montevideo su gobierno se negó a acompañar una resolución de varios países que exigían a Nicolás Maduro la liberación de los presos políticos y elecciones libres y sin restricciones.

Ello porque el gobierno de México entiende que no se puede intervenir en asuntos de otro país.

El contraste es enorme: se preocupa por hechos ocurridos hace 500 años sobre los que no puede actuar y hace la vista gorda con lo que está ocurriendo hoy ante sus ojos.

Duro con el ayer y permisivo con el hoy.

La exigencia del presidente mexicano revela lo que parece ser una constante en el mundo actual: la necesidad de tener enfrente un enemigo, de dividir a la opinión pública entre los que están a favor y los que están en contra y captar adeptos a la posición que se defiende.

En el mundo actual todo parece ser blanco o negro.

No hay lugar para los grises o moderados.

“Conmigo o sinmigo” gritaba hace años, desde una tribuna, un dirigente sindical argentino devenido en político.

Esa parece ser la consigna.

Con Europa o fuera de Europa, plantearon los que irresponsablemente llevaron a la situación en que se encuentran los británicos con el brexit.

Muro o falta de trabajo para los estadounidenses era el mensaje subliminal del presidente Trump en su campaña.

Con los pueblos indígenas y contra España o contra los primeros y con la espada de Cortés, se plantea López Obrador.

Lo hace, además levantando falsas oposiciones: ¿quién puede no estar a favor de planteos contra la violencia?

Pero ¿existía el mismo concepto hace 500 años que hoy? ¿Eran violentos también aquellos contra los que se peleaba? ¿Es justo analizar con la mirada de hoy hechos de hace 500 años? ¿Pone López Obrador todos los elementos sobre la mesa?

No.

Pero no importa.

Lo que importa es insertarse en la agenda de la comunicación aún a costa de la simplificación.

Milan Kundera en su lúcido El Arte de la Novela se queja de las termitas de la reducción del análisis que carcomen la vida humana. El carácter de la sociedad moderna, dice Kundera, refuerza monstruosamente esta maldición: la vida del hombre se reduce a su función social; la historia de un pueblo a algunos acontecimientos que, a su vez, se ven reducidos a una interpretación tendenciosa; la vida social se reduce a la lucha política y ésta a la única confrontación entre dos potencias planetarias.

Estas termitas kunderianas de la reducción del análisis son las que se esconden detrás del planteo de López Obrador.

El presidente mexicano exhibe sí dominio de las nuevas leyes de la política: las del info-entretenimiento.

El nuevo político debe plantear los temas de forma tal que el planteo se inserte en la agenda de los medios y esto sólo se logra dividiendo a la opinión pública, obligándola a tomar partido y con temas que llamen la atención.

Son los tiempos que Zygmund Bauman definió, duramente, como del retroceso de la política y la llegada de los payasos al poder.

No es que no importe el análisis profundo de los temas, lo que importa es captar la atención, insertarse en la agenda de atención y el info-entretenimiento. Más importante que un discurso de una hora son los 40 segundos en el noticiero de la noche o el “trending topic”, las tendencias en las redes sociales. Si no hablan de ti no existes y por ende asegurarse, en primer lugar, que lo hagan es la consigna.

Lo que lleva a una nueva forma de populismo.

Un neopopulismo no es muy distinto del que sufrió Centro y Sudamérica durante mucho tiempo.

Es el que vuelve a prometer lo que no se puede cumplir, derrocha recursos del Estado para perpetuarse en el poder mientras, de nuevo, recurre al recurso de enfrentar a sectores de una sociedad en contra unos de otros.

Los que ayer decían defender las causas populares mientras llevaban vidas de lujo y destruían economías y estados de derecho, hoy han cambiado.

Agregan a esa presunta defensa otra: la de levantar nuevas consignas con falsas oposiciones y reducción del análisis de hechos que ocurrieron hace 500 años. Mientras callan frente a los que están ocurriendo hoy.