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Nota del Editor: Keith Claudius Mitchell es el primer ministro de Granada. Actualmente cumple su cuarto período en el cargo, en que sirvió de 1995 al 2008 y desde el 2013 hasta el presente. Las opiniones expresadas en este artículo son propias del autor.

(CNN) – Granada y otros pequeños estados insulares en vías de desarrollo están en el frente de batalla de la guerra contra el cambio climático. Si bien los huracanes son muy comunes en el Caribe, la abrumadora evidencia científica de cómo las condiciones climáticas extremas están empeorando debido al calentamiento global, muestra que necesitamos tomar en serio las señales que da nuestra Tierra. Esas pruebas se encuentran en el informe especial de 2019 del Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático de la ONU (el IPCC, por sus siglas en inglés) sobre los efectos del calentamiento global por encima de 1,5 grados Celsius, y en la devastación desatada por los huracanes Irma y María en la región, en los destrozos producidos a las ciudades, aldeas, casas e infraestructura críticas destrozadas, en las vidas arruinadas, en la devastación de los cultivos y ecosistemas, en el perjuicio a las economías y los mercados financieros.

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En calidad de líderes de los pequeños estados insulares en vías de desarrollo, viendo como sube la marea y sintiendo los cambios de temperaturas, no esperaremos sentados, ansiando que las grandes economías vengan al rescate.

Durante la Cumbre Climática de la ONU de este año en septiembre, los líderes del Caribe sin duda presentaremos objetivos e ideas sobre cómo resolver esta crisis. El costo humano en toda la región es demasiado severo y tiene un impacto muy dañino sobre las vidas como para no hacerlo.

¿Quién puede olvidar las actualizaciones en vivo del primer ministro de Dominica, Roosevelt Skerrit, cuando el huracán María azotaba su casa en 2017? “Me quedé sin techo. Estoy completamente a merced del huracán. La casa se está inundando”, publicaba Skerrit en Facebook. El huracán María está considerado uno de los peores desastres naturales en golpear a nuestras islas del Caribe.

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Según el informe Swiss Re de 2018, los daños causados por el huracán en Estados Unidos y el Caribe ascendieron a US$ 92.000 millones, lo que equivale a casi la mitad del costo asegurado total de 2017. Y un reporte de la ONU de 2018, que detalla el impacto de Irma y de María, mostró cómo sufrieron las islas, pasado el embate de las tormentas. Entre muchas otras cosas, los niños no tenían a qué escuelas volver y los pacientes de diálisis vieron interrumpidos sus tratamientos. Durante semanas, las islas afectadas enfrentaron dificultades por la falta de electricidad y agua potable, lo que aumenta la probabilidad de enfermedades.

En las Islas Vírgenes de EE.UU., por ejemplo, llevó casi cuatro meses restaurar la energía eléctrica al 92% de la población.

Y mientras los daños a la vivienda y sectores de la infraestructura en el Caribe siguen estando entre los más altos, muchas fuentes de nuestro sustento de vida –cultivos, árboles y ganado– quedaron devastados. Vemos el apremio de nuestros agricultores a raíz de los cambios en los patrones del clima, la duración e intensidad de las precipitaciones. Sabemos que los abundantes tipos de peces que históricamente nos han alimentado están siendo diezmados por el calentamiento de las aguas y la acidificación de los océanos. Vemos cómo desaparecen nuestros paisajes y ecosistemas costeros. Estamos experimentando impactos económicos y sociales devastadores.

Donde la comunidad internacional alguna vez habló de urgencia, que quede en claro: esta es una emergencia. Por eso, los líderes del Caribe iremos a la vanguardia. A la vanguardia en política, en economía y en el impacto del cambio climático. Y llevaremos nuestras preocupaciones a las salas del poder, ya sea en Nueva York, en Washington, Londres, Bruselas, Berlín, Moscú, Nueva Delhi o Beijing. A la vanguardia en la fijación de objetivos que se alineen con un planeta más seguro: en línea con el informe de 1,5ºC del IPCC publicado el año pasado y con la Evaluación Mundial sobre la Diversidad Biológica y los Servicios a los Ecosistemas, publicada recientemente.

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Estaremos a la vanguardia, creando los marcos de trabajo que permitan incentivar el transporte limpio en nuestras islas, energía generada por el sol, el viento, las olas y los ecosistemas. A la vanguardia construyendo ciudades resilientes, educando a nuestra gente sobre cómo garantizar que sus viviendas soporten tormentas más fuertes, y cómo tener estilos de vida más sostenibles. Jamaica y Barbados han dado señales de un aumento de su ambición, al incrementar su objetivo energético del 30% al 50% en cuanto a la reducción de las emisiones, y comprometiéndose a ser 100% ecológica y una isla neutral en carbono para el 2030, respectivamente. Nosotros en Granada, con el apoyo de socios como los de la NDC Partnership, una forma en que las naciones demuestran su compromiso con el Acuerdo de París, estamos estableciendo planes concretos no solo para implementar nuestras contribuciones determinadas a nivel nacional sino para identificar las maneras de reforzarlas.

Sentimos el peso de la historia sobre nuestros hombros. El año próximo el Acuerdo de París enfrenta su primera prueba real, es el año en que todos los países deben comprometerse y presentar una acción climática muy ambiciosa: el 2020 es también un año clave para cumplir con las “Perspectivas Estratégicas para la Biodiversidad 2011-2020”, que plantearon el “marco mundial para las acciones prioritarias sobre biodiversidad”, y la “Agenda del 2030 para el Desarrollo Sustentable”, un “marco de objetivos universales e indivisibles y metas para ocuparse de una variedad de desafíos sociales mundiales”, firmado por los 193 estados miembros de la ONU.

Septiembre será el momento en que los Gobiernos ideen una estrategia para la Cumbre Climática de la ONU. Esta estrategia debe incluir cómo se logrará que la cifra máxima mundial de emisiones ocurra en el 2020, cómo se evitará sobrepasar el objetivo de 1,5ºC, reducir las emisiones en un 50% para el 2030 y alcanzar emisiones netas cero hacia el 2050. Nuestro mensaje a nuestros colegas líderes es simple: vengan a Nueva York con un plan para elevar su objetivo. El ambiente ya está caldeado, ese es el problema.

Para quienes estamos en las islas, el cambio climático es sin duda una amenaza existencial. Ahora es el momento de pensar en frío, con sabiduría, es el momento de construir un mejor futuro para esta generación y las generaciones futuras. No hay otra forma.

(Traducción de Mariana Campos)