(CNN Español) – Ola Metodius Martin Bini arribó a sus 37 años de vida en el Centro de Detención Preventiva El Inca, de Quito, Ecuador; lugar desde el que ofrece esta entrevista exclusiva a CNN. No hubo celebración, pues el día anterior había recibido una mala noticia.
El 2 de mayo le negaron el recurso de apelación que le hubiese garantizado la libertad que perdió el 11 de abril de 2019, cuando las autoridades del país latinoamericano lo detuvieron minutos antes de abordar un avión que lo llevaría a Japón; y justo horas después de que le revocaran el asilo a su amigo Julian Assange.
Ola Bini se identifica como desarrollador, programador y diseñador de lenguajes de computación. También dice que aboga por el derecho a la privacidad y la seguridad digital; de hecho, es un experto en encriptar información.
Luego de su detención en el aeropuerto, la policía le incautó —primero en sus maletas y luego en su departamento— teléfonos celulares, pendrives, discos duros y computadores. Todos esos dispositivos están encriptados y se han vuelto un dolor de cabeza para la fiscalía, que intenta descifrarlos para acceder a sus datos. Y ha resultado tan difícil, que tuvieron que pedir asistencia penal de la justicia de Estados Unidos, de acuerdo con fuentes internas consultadas.
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¿Culpable o inocente?
El Gobierno y la Fiscalía de Ecuador responsabilizan a Bini de atacar sistemas informáticos estatales, aunque todavía no le han formulado cargos.
El día de su detención, la ministra del Interior de Ecuador, María Paula Romo, dijo que el sueco era una figura clave de WikiLeaks y afirmó tener pruebas que lo involucraban con supuestas actividades desestabilizadoras en contra del gobierno ecuatoriano.
El presidente Lenin Moreno también se pronunció sobre el caso: “Es una persona a la que se le ha sorprendido haciendo hackeo de cuentas de gobierno, de cuentas personales y hackeando teléfonos y muchas memorias en su maleta”.
El programador sueco no solo se declara inocente, sino que asegura que su actividad es justamente lo contrario.
“La programación, las computadoras y la tecnología han sido mi vida”, afirma, sentado en un patio con un pequeño jardín, a un costado del pabellón penitenciario conocido con el nombre de “El Placer”.
Sin embargo, Bini establece una diferencia entre ser un hacker y un especialista en sistemas de seguridad digital. “Nunca he hecho hacking. Lo más cercano fue cuando tenía 13 años, para ayudar en el laboratorio de computación de mi colegio. Nunca he hecho nada como esto, porque trabajo en el lado opuesto del espectro de seguridad. Trabajo en la construcción de una mejor protección de la información”.
Desde la cárcel, Bini señala que esta fue una de las razones que lo impulsó a visitar a Assange -a quien considera un mentor- en la embajada de Ecuador en Londres. “Él (Assange) cree en el derecho a la privacidad, así que la primera vez que fui a visitarlo fue para hablar de estas cosas, porque es muy importante cómo trabajamos el tema. Fui a aprender de él”.
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Pese a las críticas, el desarrollador defiende su amistad con Assange. “La gente solo piensa en Julian con su rostro político. Como el encargado de Wikileaks o como un hacker; lo cierto es que esa actividad la desarrolló a finales de los 80 y los 90. Pero también ha hecho un trabajo muy importante como programador con mucho conocimiento sobre seguridad y privacidad”.
Sin embargo, hay quienes no comparten esta visión tan optimista.
En EE.UU. Assange enfrenta 17 cargos en virtud de la Ley de Espionaje, acusado de alentar, recibir y publicar ilegalmente información de defensa nacional, en operaciones que, según el Departamento de Justicia, pusieron en “riesgo grave e inminente” a varias fuentes confidenciales.
Sin embargo, Barry Pollack, uno de los abogados del activista, considera que el peligro está en otra parte: “Estos cargos sin precedentes demuestran la gravedad de la amenaza que el procesamiento penal de Julian Assange constituye para todos los periodistas,en su esfuerzo por informar al público sobre las medidas que ha tomado el gobierno de Estados Unidos”.
Pero todas estas acciones legales no debilitan el vínculo entre Assange y Bini. Desde 2015, este último lo visitó al menos 15 veces en la sede diplomática de Ecuador en Londres, según revelan reportes de la Cancillería ecuatoriana obtenidos por CNN.
Dos años antes, en 2013, el desarrollador sueco se estableció en Ecuador. En su testimonio, Bini asegura que viajó para dictar un curso sobre seguridad digital con la empresa ThoughtWorks, con la que trabajaba entonces.
En una de las conferencias que ofreció hace seis años, apenas llegado al país suramericano, argumentaba que le gustaba Ecuador pues consideraba que tenía las cualidades necesarias para que construir una especie de “paraíso para internet”. Un plan a desarrollar en 20 años.
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La vida en la cárcel
En todas las fotos de referencia que hay sobre Bini, viste de negro. Incluso, en la cárcel, tiene las uñas pintadas de ese color, lleva tatuajes y un corte estilo mohicano. Pero ahora luce una camiseta naranja. Es el uniforme de la prisión.
Las paredes de su departamento, ubicado en un barrio residencial en el norte de Quito, tienen figuras de esqueletos y mariposas negras pintadas. CNN tuvo acceso a fotografías exclusivas del interior de la vivienda, donde también destacan retratos del Che Guevara, junto a la actriz Marilyn Monroe y el físico Albert Einstein.
Amante de los textos de Franz Kafka y Alberto Camus, Bini asegura que está desesperado porque aún no sabe las razones por las que está detenido. Sin embargo, expresa empatía por sus compañeros privados de libertad. No son criminales peligrosos, dice; son, sí, hombres que no pueden pagar la fianza o la pensión alimenticia. Según sus cuentas, hay más de 90 personas, distribuidas en 17 celdas. En realidad, el pabellón donde se encuentra es, sobre todo, para detenidos que están de paso.
“Mi situación es extraña. Me siento solo, pese a estar rodeado de gente. Al principio dormía en el piso, sobre un cartón, para evitar el frío del cemento. Pero está bien”, dice.
Bini comparte la lógica presidiaria: quien más tiempo ha pasado tras las rejas, más acceso a privilegios tendrá. Entre ellos, la posibilidad de dormir sobre una cama.
“Hay siete u ocho personas en mi cuarto, pero cada celda está pensada para una persona, mide dos por dos”, dice, mientras levanta el brazo derecho. Su piel blanca contrasta con el color oscuro de los tatuajes.
“Solo hay luz en el corredor, tenemos cuatro baños y solo dos funcionan. No hay agua limpia ni caliente”, comenta. Las primeras semanas estuvo enfermo, porque le costó acostumbrarse a las condiciones de la prisión y al hecho de compartir el baño con tantos internos.
CNN le ha preguntado al Gobierno de Ecuador sobre las condiciones concretas que narra Bini, pero hasta ahora no hemos obtenido respuesta. Sin embargo, un informe de la Dirección de Rehabilitación Nacional, ente dependiente del ministerio de Justicia, publicó un informe en el que da cuenta de las precarias condiciones del centro de reclusión.
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La ONU solicita explicaciones
El Grupo de Trabajo de Detenciones Arbitrarias de las Naciones Unidas ha pedido explicaciones sobre la detención de Ola Bini y la protección de sus derechos. A esta petición se han sumado varias ONG de distintas partes del mundo. Su novia, Sofía Celi, quien abandonó el país en los últimos días, lidera el movimiento llamado #freeolabini.
El Gobierno insiste en que ha actuado en derecho y siguiendo el debido proceso. Precisamente, por autorización del Ministerio del Interior, el equipo de CNN pudo ingresar a la cárcel para constatar su situación.
“Yo nunca he hecho nada de eso (desestabilización) en mi vida. Yo nunca he destruido sistemas; nunca he vulnerado ninguno y nunca he robado información”, asegura Bini, al tiempo que repite que respeta y quiere al pueblo ecuatoriano.
Pero el Gobierno sospecha que Bini oculta información. Fuentes relacionadas con el caso le cuentan a CNN que, por ejemplo, encuentran inconsistencias en sus movimientos financieros. Le atribuyen ingresos por US$ 272.000 y aseguran que ha pagado por el pago de mantenimiento de su servidor US$ 242.000 a Telconet, a partir de 2015.
Un día antes de la detención, el activista sueco manifestaba su emoción de ir a Japón. Comentaba en un tuit que sería su primera visita al país asiático y que iría a un taller de Bujinkan, un tipo de arte marcial. Cuando uno de sus seguidores le comentó que no sabía de esos gustos, Bini le respondió: “Sí, es una buena forma de alejarse de las computadoras”.
También le gusta el karaoke y ha manifestado su intención de quedarse en Ecuador, “si el gobierno se lo permite”.
Antes de sumarse a ThoughtWorks, Bini trabajó en el Instituto Karolinska como desarrollador y arquitecto de programas. Es autor de un par de libros sobre JRuby (una implementación en fuente abierta del lenguaje de programación Ruby para la máquina virtual Java) y es reconocido como uno de los padres de los lenguajes de programación Ioke y Seph.
El activista también ha estado vinculado con el Centro de Autonomía Digital en Ecuador. Su área de experticia es la del software libre, privacidad y transparencia. “Me dedico a programas de fuente abierta, porque considero que es lo correcto. Me considero un activista, porque, entre otras cosas, hablo sobre seguridad. Actualmente, Internet y el mundo digital, son inseguros. Es muy fácil para la gente atacar y esto resulta muy peligroso. Porque una persona con las aptitudes necesarias puede desestabilizar gobiernos en todo el mundo. Esto me asusta, porque es malo no solo para el gobierno, sino también para el pueblo”.
Este miércoles, Bini compareció en una nueva audiencia judicial de su caso. La jueza Yadira Proaño le negó la libertad condicional bajo fianza o caución, solicitada por sus abogados.
Tras la decisión, el amigo de Assange seguirá en prisión preventiva.
Nota: este artículo ha sido ajustado para precisar el año desde el que Bini visitó a Assange en la sede diplomática de Ecuador en Londres