Nota del editor: Carlos Alberto Montaner es escritor y analista político de CNN. Sus columnas se publican en decenas de diarios de España, Estados Unidos y América Latina. Montaner es, además, vicepresidente de la Internacional Liberal. Las opiniones expresadas en esta columna son exclusivas del autor.
(CNN Español) – El presidente Donald Trump y John Bolton, su asesor nacional de Seguridad, están contentos por la salida del Reino Unido de la Unión Europea, el llamado brexit.
A mi eso me parece un error. El globalismo, a mi juicio, es mucho más conveniente que el nacionalismo.
El nacionalismo ha provocado millones de muertos en diversas guerras. La Unión Europea, en cambio, predica la paz y la democracia.
Para pertenecer a la Unión Europea hay que comportarse democráticamente, ganar elecciones transparentes, respetar el Estado de Derecho, basar la economía en el mercado y la competencia, y en la existencia de la propiedad privada.
Es verdad que la base es geográfica y por eso se llama Unión Europea, pero la vinculación no es étnica ni religiosa, sino ideológica. Para pertenecer a la Unión Europea, el Estado en cuestión tiene que ser una verdadera “democracia liberal”, aunque la expresión no se mencione expresamente.
Todo esto lo precisó en 1993 el Consejo Europeo en la ciudad de Copenhague y por eso se llaman los “Criterios de Copenhague”.
En aquel momento, muchos de los países que habían sido satélites de Moscú querían unirse a la Unión Europea y había que definir las características de los nuevos afiliados.
Es una lástima que entonces no se haya precisado el porcentaje de votos que se necesitaban, tanto para afiliarse como para darse de baja.
A mi juicio, no basta una mayoría simple. Debería ser una mayoría calificada de, por ejemplo, el 60%, para demostrar la verdadera voluntad de participación.
Si eso hubiera sucedido, el brexit no habría ocurrido y los británicos no estarían en esta penosa situación en la que se encuentran.
Naturalmente, los Criterios de Copenhague fueron establecidos hace 26 años. Entonces parecía que la Unión Europea sería para siempre y la Casa Blanca la apoyaba. Eso ha cambiado radicalmente.