Nota del editor: Marc Benioff es presidente y codirector ejecutivo de Salesforce. Marco Lambertini es director general de WWF International. Son miembros de Friends of Ocean Action, un grupo de más de 50 líderes con soluciones de seguimiento rápido para un océano saludable. Friends of Ocean Action es organizado por el Foro Económico Mundial y el Instituto de Recursos Mundiales. Las opiniones expresadas en este comentario son propias.
(CNN) – Para muchas personas, nuestros océanos parecen demasiado grandes y demasiado poderosos para fracasar. Pero lo mismo se dijo una vez de la nave “no hundible” más famosa de la historia: el Titanic.
Esta arrogancia es la causa primigenia de los graves problemas que enfrentan nuestros mares. Depende de los gobiernos, los individuos y, lo más importante, las empresas, liderar la carga de salvar nuestros océanos antes de que sea demasiado tarde.
Aproximadamente la mitad del oxígeno del mundo –una de cada dos respiraciones que tomamos– es producido por el océano. El ecosistema más grande de la Tierra, el océano, proporciona alimentos a más de 1.000 millones de personas, mantiene millones de empleos y genera billones de dólares en ingresos. Su majestuosa belleza nos proporciona una fuente de inspiración inestimable.
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Sin embargo, la investigación de los principales científicos y las evaluaciones de las Naciones Unidas destacan el ritmo en el que cual los ecosistemas oceánicos están fallando, las poblaciones de vida marina se están reduciendo y las especies están desapareciendo. El informe del Fondo Mundial Planeta Vivo reveló que en poco más de 40 años –menos de una vida promedio– las poblaciones mundiales de vida silvestre han disminuido en un 60%. Esta pérdida no solo es ecológica, social y económicamente insostenible, sino que también lo es moralmente. Nuestro planeta será menos completo sin especies en peligro de extinción como la vaquita marina, la foca monje de Hawai y la ballena franca del Atlántico Norte. Los arrecifes de coral de aguas poco profundas del planeta ahora se han reducido a casi la mitad de su extensión original y del 30% al 50% de los manglares del mundo ya han desaparecido. Esta tragedia para la biodiversidad se está convirtiendo en una crisis humanitaria.
Hay mucho por hacer y no hay tiempo que perder.
Primero, debemos escuchar las voces de los jóvenes de todo el mundo que nos ayudan a hacer más para frenar el cambio climático y proteger el planeta. Debemos asegurarnos de que los gobiernos mantengan el rumbo (o aumenten) en sus compromisos de reducir y limitar el calentamiento bajo el Acuerdo de París. Pero el destino de nuestro planeta no puede ser responsabilidad exclusiva de los gobiernos nacionales. Necesitamos estados, ciudades y todos los individuos para reducir sus huellas de carbono. Con 7.000 millones de personas en el planeta, las pequeñas acciones pueden constituir un mejor clima futuro para nuestro mundo.
Segundo, necesitamos más espacios seguros para la biodiversidad en nuestros océanos. Solo alrededor del 2% de nuestros océanos están protegidos adecuadamente, con un 7% bajo alguna forma de protección. Algunos de nuestros mejores científicos sugieren que para hacer una diferencia, debemos proteger entre el 30% y el 50% de nuestros océanos. Si pensamos en dónde creamos estas áreas de conservación, hay múltiples victorias a nuestro alcance. Por ejemplo, proteger y restaurar nuestros bosques costeros de mangle, que absorben carbono, puede ayudar a desacelerar el calentamiento, reconstruir las poblaciones de peces, proteger a los epicentros de la biodiversidad y salvaguardar la nutrición esencial de las comunidades vulnerables.
Tercero, las empresas deben actuar para proteger los océanos. Pueden tomar medidas yendo al carbono neutral, reduciendo el uso de plásticos y comprometiendo parte de su tecnología para proteger nuestros mares. Por ejemplo, pronto podremos usar inteligencia artificial para reconocer los sonidos de las ballenas y así ayudar a los buques de navegación a disminuir la velocidad para evitar atropellar a estas especies en peligro de extinción.
Se dice que más del 90% del comercio mundial se realiza por mar. Esto significa que las empresas deben desempeñar un papel más activo para garantizar que sus socios de transporte marítimo estén ayudando a construir, en lugar de degradar, la salud del océano. Esto puede incluir analizar más detenidamente sus compromisos para reducir las emisiones en sus flotas.
Algunos economistas dicen que la economía oceánica se duplicará en valor para 2030. Esto presenta oportunidades de negocios interesantes, pero también peligros. Las empresas deben invertir cuidadosamente para guiar este crecimiento, ya sea en áreas como la energía renovable marina o la biotecnología marina, en direcciones que beneficien la salud del océano, así como la línea de fondo.
Las empresas también pueden ayudar fácilmente al océano a través de las elecciones que hacen sobre la comida en la oficina y en los eventos. Usando guías simples, pueden seleccionar mariscos más sostenibles, brindando un descanso a las especies en riesgo y evitando los mariscos asociados con la esclavitud y los abusos laborales.
Las empresas también deben capacitar a los empleados que estén interesados en los océanos para que dediquen el tiempo para ser voluntarios en el servicio al mar. Esto puede ser tan simple como ofrecerse como voluntario para limpiar una playa local, o tan complejo como codificar herramientas de blockchain para rastrear peces capturados de forma sostenible desde el barco hasta el plato.
Finalmente, las empresas deben comprometerse a apoyar a las ONG centradas en los océanos que están ayudando a diseñar políticas y acciones para nuestros mares, así como a financiar la ciencia oceánica en las universidades que proporcionan los datos que necesitaremos para administrar y mantener el futuro de nuestros océanos.
No podemos dejar que nuestros océanos fracasen. Este planeta nuestro no tiene botes salvavidas para escapar.