(CNN) – Más pubertad, más problemas. Ese es el mantra de la nueva temporada de “Stranger Things”, que sigue la historia hasta el momento sin cambiar el molde en la mezcla de la nostalgia de los 80 y más referencias de películas y televisión.
Como de costumbre, la serie de Netflix, presumiblemente una de sus más populares, a pesar de la mezquindad del servicio por respaldar tales suposiciones, comienza lentamente, avanza a lo largo de historias paralelas (tres muy distintas, en este caso) y gradualmente se une, produciendo un relato de ocho episodios que es muy divertida, aunque probablemente no sea digna de todo el bombo y el alboroto.
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Un repaso de lo que pasó en ‘Stranger Things’
La asunto principal, aparte de que los niños crecen y se besan, depende de un villano que esté en sintonía con la época.
Adhiriéndonos a los pedidos de Netflix no evitar spoilers, basta con decir que la amenaza se suma a la ya formidable lista de referencias de la cultura pop, desde las innumerables películas y televisión, hasta el pasatiempo de los 80 de pasar el rato en el centro comercial.
Los chicos malos, francamente, se muestran alternativamente desagradables e ineptos, y la acumulación dedica demasiado tiempo a los chanchullos de telenovela. Mucho de eso tiene que ver con la relación entre los más adultos Mike (Finn Wolfhard) y Eleven (Millie Bobby Brown), cuyas habilidades mentales traen algunas complicaciones a la espinosa cuestión de las hormonas adolescentes.
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La hermana mayor de Mike, Nancy (Natalia Dyer), mientras tanto, está trabajando en el periódico local, donde sus esfuerzos por hacer sonar las alarmas de estos últimos extraños sucesos son recibidos con gritos de “Tráeme café” y referencias a Nancy Drew por todos los periodistas miembros del Club de Caballeros.
La recompensa, afortunadamente, resulta emocionante y llena de acontecimientos, haciendo que la serie avance en varios frentes. (Una vez más, asegúrate de ver los créditos del capítulo final).
Cualquier serie creada en torno a los niños se enfrenta a un desafío formidable a medida que envejecen, y por eso hay que darle crédito al equipo de escritores, directores y productores, los hermanos Duffer, y a la compañía, por permitir que la serie evolucione –al estilo de la franquicia de Harry Potter– sin sacrificar su núcleo fundamental. Eso es a pesar del aumento significativo de la violencia, que, incluso con los niños más grandes, no hace que esas escenas sean menos desagradables.
Además de enriquecer al reparto existente, la tercera temporada presenta nuevos personajes sólidos, y el énfasis en los problemas de los adolescentes no se presenta por completo a expensas de los adultos, específicamente, Joyce (Winona Ryder) y Hopper (David Harbor), quienes aún tienen una narrativa interesante, a menudo divertida.
El éxito no ha echado a perder “Stranger Things”, los efectos especiales ciertamente reflejan una mejora de la temporada uno, pero ha hecho que el show sea un poco más tímido. Un episodio, por ejemplo, incluye lo que equivale a una serie de chistes sobre New Coke, el notorio error de comercialización, incorporado tan torpemente que casi se convierte en un momento estrepitoso para hacer una referencia perdurable de otra década.
Si no lo has notado ya, esta reseña general viene de alguien que nunca ha estado del todo interesado en “Stranger Things”, un show que siempre se ha sentido como un homenaje divertido, pero ligero a los sabrosos ingredientes de la época.
Dicho esto, sin confirmación aún de una cuarta temporada, quizás sea mejor dejarlo así. Fue divertido mientras duró, aunque solo fuera por todos esos malos peinados de los años 80, pero quizás sea el momento de dejar que la pequeña ciudad de Hawkins, en Indiana, disfrute de algo de paz y tranquilidad ganadas y sin monstruos.
“Stranger Things” se estrena el 4 de julio en Netflix.