Nota del editor: Pedro Bordaberry es profesor de la George Washington University, doctor en Derecho y Ciencias Sociales y político uruguayo. Las opiniones expresadas en esta columna son exclusivas del autor.
(CNN Español) – Protestas estudiantiles y sociales en Colombia.
Manifestaciones violentas en Ecuador.
Disturbios y muertos en las calles de Chile.
Amenaza de enfrentamiento social en caso de que gane el candidato opositor y tome determinadas medidas en Uruguay.
Manifestaciones multitudinarias en una Argentina que aparece más dividida que nunca.
Acusaciones de fraude electoral en Bolivia.
El sur de América tembló esta semana.
Lo hizo en varios lugares a la vez.
¿Qué está pasando?
Un análisis lineal y simplista concluirá que en Colombia los disturbios se produjeron luego de enfrentamientos entre las fuerzas del orden y los estudiantes en Bogotá. Estos últimos protestaban por irregularidades en el manejo del presupuesto universitario y culpan a los primeros de excesos en el uso de la fuerza, lo que habría sido la causa directa de los enfrentamientos.
El mismo análisis dirá que en Ecuador todo se debió a la decisión de eliminar los subsidios a los combustibles y otros ajustes fiscales tomados por el gobierno.
También explicará los disturbios en Chile como consecuencia de un aumento del 3,75% en el precio del metro. Ello habría originado protestas de estudiantes que ingresaron masivamente sin pagar al transporte y luego se sumaron otras personas que incendiaron estaciones y saquearon comercios.
En Uruguay, un senador del partido de gobierno parece coincidir con estos análisis cuando expresa que en caso de ganar la elección del próximo domingo el candidato opositor, si tomase medidas similares “sería inevitable un enfrentamiento social”.
¿Es sólo esto lo que explica lo que está sucediendo? ¿Se trata tan solo de reacciones populares a aumentos en tarifas o impuestos?
Algunos echan mano a otras tesis.
Por ejemplo, el de la coordinación de los actos de violencia.
El propio cuestionado presidente de Venezuela, Nicolás Maduro, alienta esto cuando expresa que las metas y el plan del Foro de San Pablo se vienen cumpliendo.
En especial, afirma, se viene cumpliendo la articulación y unión entre los partidos políticos revolucionarios y de izquierda de América Latina y el Caribe con los movimientos sociales.
¿Es un “bocotas” que se pretende adjudicar el liderazgo de estas protestas en países cuyos gobiernos lo enfrentaron en los últimos tiempos como Colombia, Ecuador y Chile? ¿O efectivamente se trata de un plan alentado por el Foro de San Pablo y el propio Maduro?
La simultaneidad de las protestas, lo parecido de quienes participan y la forma en que se llevan a cabo parecen abonar la tesis de que se trata de algo orquestado.
Hasta un senador de un partido miembro del Foro de San Pablo anuncia que en Uruguay puede suceder lo mismo.
El viejo adagio dice que en política no hay casualidades ni coincidencias.
Algunos dirán que no son más que reacciones frente a decisiones impopulares en materia económica que aumentan las cargas impositivas y tarifas públicas de la población.
Presupuesto universitario en Colombia, combustibles en Ecuador y transporte público en Chile son elementos de juicio que no pueden obviarse.
De nuevo los analistas quedan en el medio de estas acusaciones.
Es el Foro de San Pablo que coordinadamente cumple el plan y las metas de las que habla Maduro, dicen unos. Es la reacción del pueblo frente a las recetas de aumentar el costo de vida, contestan otros.
“No existe causa tan mala que un elocuente abogado no la pueda tornar en probable”, afirmaba Shakespeare en “El Mercader de Venecia”.
Si un abogado puede eso,¿qué no puede hacer un político o un experto en comunicación en estos tiempos de redes sociales y modernidad líquida?
La necesidad de ordenar las cuentas de la mayoría de los países latinoamericanos es otro dato a tener en cuenta.
Luego de quince años en los que la región, en su mayoría, tuvo los denominados gobiernos progresistas de izquierda, puede concluirse que hay algunos elementos en común que los ha caracterizado. El primero, la corrupción a gran escala.
Odebrecht, Lava Jato, Hotesur y muchos más son los nombres de causas famosas que llevaron a expresidentes, legisladores, políticos, empresarios y ministros a procesos judiciales por corrupción en los últimos tiempos.
El segundo elemento que caracterizó a estos gobiernos son las prebendas, los pagos de planes por no trabajar y el caos económico.
El populismo en su máxima expresión.
El aumento del gasto público produjo abultados déficits fiscales. Se debió ya sea al no ajuste o subsidio de tarifas públicas, el gasto desmedido o las aventuras de desarrollismo mágico que se pretendieron impulsar.
Mientras las materias primas y los commodities aumentaban su valor todo quedaba disimulado. Ahora, como cuando baja la marea, con los problemas económicos se ven las rocas del endeudamiento y los déficits.
Quienes son previsores y saben que gastar por encima de lo posible lleva a crisis graves son enfrentados por los populistas que dicen defender al pueblo.
Los populistas, que en forma irresponsable no cuidaron las cuentas públicas ayer, enfrentan hoy a los que tratan de ordenarlas.
Junto con ello azuzan a las masas con el plan del Foro de San Pablo para volver al poder.
Que existe coordinación no cabe dudas. Hace ya varios años, en los meses previos a la elección en Uruguay del 2009, donde fui candidato a la Presidencia, el secretario general de la OEA visitó el país e invitó a cenar a todos los precandidatos. Promediando el final de la cena nos expresó que entendía que no era conveniente que se hablara en la campaña sobre la delicada situación económica que fruto de la crisis mundial del 2008 se atravesaba en ese momento. A su juicio ello podía alentar un problema institucional grave.
Me llamó la atención la forma en que varios de los presentes, entre ellos el propio secretario general, se lamentaban del posible triunfo de Sebastián Piñera en Chile. Yo le tenía simpatía personal a Piñera y creía bueno que ganara lo que me colocó en una situación incomoda.
Me incomodó eso pero sobre todo que desde fuera nos vinieran a sugerir a los uruguayos sobre qué hablar o no en nuestro campaña electoral. Fui duro. Expresé que en Uruguay no había ningún tipo de riesgo institucional y que el único riesgo era que desde fuera nos vinieran a sugerir de qué hablar en la campaña. Eso provocó el final de la reunión. Al salir otros dos precandidatos a la Presidencia me expresaron su coincidencia con lo que había dicho.
Estas “coordinaciones” entre partidos del mismo signo parecen ser una constante en América del Sur. El Foro de San Pablo es un ejemplo de ello. Los ataques similares y en el mismo momento de decenas de estaciones de metro en Santiago de Chile, también.Las revueltas simultáneas en Colombia, Ecuador, Chile y las palabras de Maduro abonan esta interpretación.
Un análisis serio nunca atiende a una sola causa para explicar lo que está sucediendo. Estos acontecimientos suelen ser siempre multicausales, de la misma forma que no fue solo el asesinato del Archiduque Francisco Fernando en Sarajevo lo que originó la Primera Guerra Mundial.
No es sólo el Foro de San Pablo y su plan pero es el Foro de San Pablo y su plan. Como lo son las medidas de encauzamiento presupuestal que se toman luego de la irresponsabilidad de muchos gobiernos populistas de izquierda que gastaron demás y soportaron (cuando no protagonizaron) hechos terribles de corrupción. También la reacción popular frente a esto.
Los temblores son también fruto de esta época de redes sociales en los que parece no haber líderes ni intermediarios con el poder. De la misma forma que en el país de “El Dorado” del “Cándido” de Voltaire no había sacerdotes sino que los ciudadanos se comunicaban directamente con Dios. Esas redes que hoy hacen innecesaria la presencia de un Dany Cohn Bendit en este “Octubre del 19 sudamericano”
La explicación a lo que está sucediendo pasa por las irresponsabilidades políticas de exceso en el gasto público, las medidas duras y mal comunicadas tomadas para solucionarlo, la estrategia y el plan a que hace referencia Maduro, la facilidad de coordinación y comunicación que la modernidad le da al ciudadano y la evidente intención de algunos de perpetuarse en el poder y, de otros, de volver a él.