(CNN Español) – Frida Kahlo en chaquetas. Paisajes venezolanos en vestidos. Huipiles incorporados al atuendo de mujeres que caminan apresuradas a su oficina en Wall Street.
La impronta latina en la moda cobra cada vez más terreno. La curiosidad que despiertan los colores, las propuestas diferentes y las historias detrás de cada prenda, está conquistando a un público cada vez más diverso.
Puede que factores sociológicos -disculpen, pero soy hija no de uno, sino de dos sociólogos- incidan en esta demanda del sello latino. El fenómeno migratorio de los últimos tiempos ha llevado a venezolanos, colombianos, argentinos, mexicanos, ecuatorianos, peruanos y paremos de contar, a empezar una nueva vida muy lejos de casa. Y en cada rincón donde ahora se encuentran estos inmigrantes hay visibles muestras de la riqueza cultural de sus pueblos, con sus olores, colores y sabores.
“Hay algo muy importante que es la añoranza y ahí si te estoy hablando exclusivamente del mercado latinoamericano en Estados Unidos”, dice Karina Rosendo, venezolana amante de la moda y sus tendencias, así como de la capacidad creativa que tienen los latinoamericanos. “Cuando te pones algo hecho en latinoamérica o algo que hizo un diseñador en tu tierra o algo con lo que te sientes cercano, que hay una conexión con la marca, es una magia espectacular. La gente quiere, cada vez más, sentir esa experiencia, ya no es comprar por comprar”, agrega.
Rosendo identificó esa necesidad: las mujeres latinas querían vestirse con ropa de la región, pero también las estadounidenses. A todas las unía el apetito por propuestas y tendencias diferentes a las que, como en serie, se exhiben en las vitrinas.
Y esas propuestas ya existían. Pero, en su gran mayoría, no estaban en las tiendas, sino en las redes sociales: Instagram. Facebook. Websites de pequeñas marcas, que intentan abrirse camino entre las grandes y reconocidas firmas. Muchas de esas nuevas marcas aún no celebran una década de existencia y su producción apenas sobrepasa las mil piezas mensuales. Se asemejan más a pequeños talleres artesanales que nacieron -y muchos siguen estando- en la sala de la casa, en el garaje, en un local del vecindario de toda la vida. Rostros conocidos trabajan en ellas: son las mismas costureras que tienen años cosiendo para la misma familia. Porque este es otro aspecto importante: muchos de estos emprendimientos podrían calificarse como una tradición familiar formalizada (no, no es un término sociológico, al menos eso creo).
“Cuando yo empecé, había un submundo en donde la gente compraba ropa hecha en Colombia o hecha en Perú o en México a través de Instagram o WhatsApp. Te conectabas con la misma diseñadora que te hacía el envío” explica Rosendo. Y así nació, en febrero de 2018, Stitch Lab, incubadora de talentos de moda latinoamericanos asentada en Miami que busca identificar talentos emergentes, crear una red de contactos dentro del mundo de la moda y ser una plataforma que les facilite la entrada al exigente mercado de Estados Unidos. En menos de dos años y con un equipo de apenas 6 personas, ya cuenta con un sólido prestigio en el sector. Y alianzas importantes: para el mes de la Herencia Hispana, Macy’s le confió escoger a cuatro diseñadores emergentes para vender sus prendas en cuatro establecimientos del país.
De las máquinas de coser a Instagram
Crecí viendo a mi abuela coser. A sus casi 99 años aún lo hace, por diversión (¡no es usual colocar diversión y 99 años en la misma frase!). Por eso me sentí tan identificada cuando entrevisté a estas emprendedoras cuyas propuestas destilan latinidad, creatividad, irreverencia y esencia de familia: son la nueva generación de mujeres que se sientan a crear y pasar horas frente a una máquina de coser. “Nosotras nos criamos con el sonido de las tijeras, cortando: ruck, ruck, ruck. Divino, sobre un mesón. Las telas para nosotras han sido la vida: tocarlas, sentirlas, saber cómo son. Diferenciar qué es una seda de un rayón” recuerda -con un toque nostálgico- María Auxiliadora Olivieri. Junto a su hermana Delia creó hace seis años la marca venezolana Demasiado.
“Somos el mejor ejemplo de lo que es la diáspora venezolana en estos momentos: Yo, que soy la directora creativa, estoy en Miami. Delia dirige en Caracas el taller. En Lima, mi prima tiene otro taller que ya está desarrollando otras piezas y la nuera de Delia, en España, es nuestra diseñadora principal. ¡Es una locura!” dice María Auxiliadora Olivieri, quien dejó atrás la vida corporativa, cumplió su sueño de viajar a la India y allí descubrió su faceta creativa. Gerenciar con husos horarios distintos no es problema. Para eso se vale de FaceTime o WhatsApp.
“¿Que es fácil? No. Creo que somos dos personas de verdad bien perseverantes. Es super complicado. Pero lo hacemos con un amor increíble. Y no sé si has visto las redes de Demasiado, pero lo que se respira es amor. La gente conecta con la marca emocionalmente” asegura Olivieri. Sus más de 66.000 seguidores en Instagram quizás opinen lo mismo.
Verónica Solis entiende muy bien el poder de las redes sociales. Es muy activa en Instagram, donde tiene 224.000 seguidores que comentan con frecuencia sus post y videos con recomendaciones de moda o tras bastidores de su trabajo creativo para Josefina, marca que nació en Monterrey hace dos años. Está inspirada en el inmenso amor por su país y la admiración por el carácter fuerte de la mujer mexicana, como su abuela, Josefina. Verónica creció viéndola coser.
“Con las redes sociales podemos tener una conexión más directa”, dice Solis. “La gente te escribe, ¿oye cuánto cuesta? ¿La tienes en qué talla? Puedes medir mucho más el impacto. Nos escribe gente de Argentina, Holanda, Dubai, España, Canadá, Colombia. Muchos países que quieren nuestro producto y esto a través de una sola foto. Han sido una plataforma importantísima”. 80% de las ventas de Josefina ocurren en la plataforma digital. En Instagram (cuenta con 112.000 seguidores), en Facebook y en su website. El mismo fenómeno de ventas ocurre con Demasiado y Petra. En las redes sociales sencillamente no hay fronteras.