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Nota del editor: David Bittan es abogado. Analista de temas políticos e internacionales. Columnista del diario el Universal de Venezuela. Ha participado en el Congreso Judío Mundial. Es miembro del American Jewish Committee y de la Federación de Comunidades Judías de España.

(CNN Español) – La destitución del embajador de Juan Guaidó en Colombia, Humberto Calderón Berti, aceleró un proceso que ya era público, relacionado con la depuración de algunos factores de la oposición venezolana, aparentemente tocados por el veneno de la corrupción. Espero que Calderón Berti no tenga aspiraciones presidenciales porque dolería verlo al servicio del oficialismo.

Hoy hay un escándalo en el que se involucra a diputados del parlamento y el hecho no deja de ser vergonzoso. Pero lo grave es el mensaje que recibe el ciudadano común, que anhela un cambio y que ha depositado su confianza en la oposición, así como la comunidad internacional que tanto soporte le da a la causa y ahora no puede comprender todo esto.

Atacar Juan Guaidó, presidente de la Asamblea Nacional y reconocido como presidente interino por más de 50 países, en la víspera de unas elecciones parlamentarias es un acto injusto -y lo digo reconociendo que no es para mí la persona idónea para ese cargo. Pero es inaceptable desecharlo ahora, después de tanto sacrificio.

El sector serio y mayoritario de la oposición venezolana viene sonando las alarmas e investigando cosas hace ya tiempo; ellos jamás intentaron barrer la basura debajo de la alfombra. Éstas circunstancias no deben romper los valores de moralidad de una inmensa mayoría de los venezolanos, incluyendo a políticos que han sacrificado décadas para buscar un cambio. El fracaso de Guaidó representaría la pérdida de las esperanzas de la mayoría.

En Venezuela la lucha ha sido asimétrica y los que gobiernan tienen un solo objetivo: sostenerse en el poder. Hoy cuentan todavía con muchos recursos económicos. Ellos han sabido a quiénes penetrar. No es un secreto que en la oposición hay unos “protegidos” quienes no parecieran ser atacados por el gobierno, se les legaliza a sus partidos políticos, no tienen restricciones para viajar, etc., pero se olvidan de que la felicidad durará mientras no representen una amenaza para el sector de Maduro. Ese “grupete” pasará a la historia de manera desgraciada. El régimen, con la ayuda de ellos, pretende exhibir una fachada de democracia que no existe, ni existirá.

Estoy absolutamente claro en algo: la limpieza en la oposición debe tener muy preocupado al gobierno del cuestionado presidente Nicolás Maduro, porque saltarán los gatos encerrados.

Hay un país indignado que no dará tregua hasta conseguir la democracia.