Nota del editor: Julie Kohler es becaria residente del Centro Nacional Legal de Mujeres y presta servicios como asesora sénior en la Alianza Democrática, una red de donantes que trabaja para consolidar un movimiento progresista. Las opiniones expresadas en este artículo son propias de la autora.
(CNN) – Iowa y New Hampshire podrán dominar los titulares políticos en el corto plazo, pero son otros los estados en los que están ocurriendo cambios políticos significativos. Muchas legislaturas de los estados están reconfigurándose, incluyendo Virginia, donde un número récord de 40 mujeres forman parte de la Cámara de Delegados. Eileen Filler-Corn fue elegida recientemente como la primera presidenta de la Cámara en la que Charniele L. Herring es la primera mujer y la primera negra en ocupar el puesto de líder de la mayoría. A comienzos de este mes, Danica Roem mandó un mensaje por Twitter tras convertirse en la primera mujer trans presidenta de una comisión de la legislatura de Virginia.
Estos cambios no se limitan a Virginia. En todos los estados la fisonomía de la representación política está cambiando. A pesar de que las mujeres siguen estando subrepresentadas en lo que a funcionarias electas se refiere —un hecho que es especialmente cierto para las mujeres negras— la representación de las mujeres en las legislaturas de los estados aumentó de forma significativa después de 2018, según datos del Centro para Mujeres Estadounidenses y Política, pasando de 25,4 % a 29,1 % en 2020. Nevada se convirtió en el estado con la primera legislatura con mayoría de mujeres, y la legislatura de Colorado está cerca a la paridad de representación en cuanto al género.
Las conquistas recientes en términos de representación de las mujeres son mérito exclusivo de las victorias de las demócratas, que ganaron alrededor de 300 bancas legislativas en los diferentes estados en 2018, mientras que la cantidad de legisladoras republicanas cayó en más de 40.
La representación diversa hace nuestra nación más democrática en la medida en que nuestros líderes son un reflejo más fiel de las comunidades que representan. ¿Pero qué efectos tiene esto en la calidad del gobierno? ¿Cómo les va a las legisladoras estatales una vez electas?
Un análisis reciente del Centro Nacional Legal para las Mujeres y Quorum sugiere que la respuesta es “muy bien”. El análisis de los datos legislativos monitoreados por Quorum durante las últimas dos sesiones legislativas determinó que las legisladoras presentaron más proyectos de ley y que una porción mayor de sus proyectos terminó aprobada en comparación con sus pares masculinos. Además, nuestra investigación muestra que la representación de las mujeres está vinculada a efectos generales positivos, a saber, productividad. Los legisladores que forman parte de comisiones con niveles mayores de representación de mujeres (30 % y más) presentaron y aprobaron más proyectos de ley en 2018 y 2019 (propuestos por funcionarios y funcionarias electos) que aquellos que participan en legislaturas con menos mujeres.
Nuestro análisis también sacó a la luz diferencias significativas según la afiliación partidaria. Las legisladoras demócratas presentaron más proyectos de ley y un mayor número de estos proyectos fue adoptado como ley que los proyectos presentados por legisladores demócratas, legisladores republicanos y legisladoras republicanas. Resulta interesante observar que las mujeres republicanas tuvieron la tasa más baja de presentación y promulgación de proyectos en comparación con otros grupos de legisladores estatales. Las mujeres demócratas también tienden a promover más leyes que apoyan a las mujeres y a sus familias, y a lograr que se promulgue la legislación respectiva. En 2019, las legisladoras demócratas presentaron y promulgaron con éxito más proyectos de ley sobre licencia de maternidad, cuidado de niños, abuso sexual y salario mínimo que cualquier otro grupo de legisladores.
Estas conclusiones coinciden con las investigaciones existentes que documentan las fortalezas de las mujeres como líderes políticos. Algunos estudios han determinado que las candidatas, en promedio, son de mayor calidad (en función de las mediciones de rating en varios ámbitos como el entendimiento de los problemas, capacidad para hablar en público, y servicio para los constituyentes) y es más probable que tengan experiencia en el cargo electo, en comparación con los hombres. Además, debido a que las candidatas tienden a tener un mayor número de oponentes en las primarias y a recibir contribuciones más pequeñas para sus campañas que los hombres, muchas veces tienen que trabajar más duro para ser electas. También se ha descubierto que es más probable que legisladoras, en especial las mujeres que prestan servicio en un partido minoritario y mujeres republicanas que trabajan sobre legislación relativa a la salud, la educación o el bienestar social, están más dispuestas a cooperar más allá de su afiliación política. Estas conclusiones reflejan las habilidades únicas que desarrollan las candidatas para ganar elecciones y explicar la existencia de comisiones bipartidarias de mujeres que ayudan a facilitar la colaboración entre ambos partidos.
Pero las diferencias encontradas entre los logros legislativos de las legisladoras demócratas y republicanas a nivel de los estados son sorprendentes y podrían ser un indicio de la “amenaza existencial” que enfrentan las candidatas y legisladoras republicanas en la era de Trump. A medida que las mujeres blancas, que solían ser una base republicana de votantes de larga data, se han movido más hacia el partido demócrata desde 2016, las mujeres republicanas luchan por prevalecer en las elecciones primarias. Como rinden cuentas a una base republicana que, en gran medida, no está preocupada por elevar a líderes mujeres y que se caracteriza cada vez más por “sexismo hostil”, la cantidad decreciente de funcionarias republicanas electas podría enfrentarse a desafíos al querer liderar grupos que son cada vez más blancos, masculinos y uniformemente conservadores.
A pesar de que las mujeres demócratas están llevando la delantera cuando se trata de presentar y aprobar proyectos de ley, también se enfrentan a desafíos cuando se encuentran en el poder. En una serie de entrevistas que llevé a cabo con legisladoras estatales demócratas en el último año (para un proyecto de investigación relacionado), escuché cómo hasta legisladoras con experiencia como la senadora Gayle Goldin del estado de Rhode Island han luchado para navegar las aguas de las “reglas no escritas” de las legislaturas estatales, así como con la presión para “no hacer olas”. La representante Ruth Buffalo, la primera mujer demócrata indígena estadounidense electa a la legislatura del estado de Dakota del Norte, compartió cómo vivió las amenazas contra su seguridad y la de su familia, y cómo se convirtió en blanco de los medios conservadores de su estado. La senadora Nikema Williams del estado de Georgia descubrió que su estatus como funcionaria electa y presidenta del Partido Demócrata de dicho estado no la protegía de las desigualdades sistémicas raciales y de género, así como del maltrato desproporcionado hacia mujeres negras por parte de las agencias encargadas de hacer cumplir las leyes.
Tenemos un largo camino por delante para que nuestra democracia refleje realmente al pueblo estadounidense. Pero la creciente diversidad de las legislaturas de los estados revela las potenciales recompensas. Deberíamos celebrar los logros individuales de las legisladoras que están impulsando con éxito nuevas legislaciones que mejoran la vida de las mujeres y sus familias. Pero también tendríamos que celebrar las formas en que una representación más diversa está mejorando los resultados legislativos en todos los ámbitos.
Resulta que un gobierno reflexivo también podría ser más efectivo.
– (Traducción de Carola Lehmacher-Richez)