Nota del editor: Jeff Yang es colaborador frecuente de CNN Opinión, escribe artículos de análisis para Quartz y otras publicaciones y es copresentador del podcast “They Call Us Bruce”. Es coautor de la autobiografía éxito en ventas de Jackie Chan, “I Am Jackie Chan” y editor de tres novelas gráficas: “Secret Identities”, “Shattered” y “New Frontiers”, próxima a publicarse. Las opiniones expresadas en este artículo son propias del autor.
(CNN) – El domingo fue la noche de los Oscar. La lluvia era tan fuerte que estuvo a punto de llevarse la tienda blanca que protegía el misticismo de las celebridades sobre la alfombra roja. Nadie podría culparlo si en algún momento pensó que este diluvio era un símbolo de los arrasadores cambios culturales a los que la Academia de Artes y Ciencias Cinematográficas, y Hollywood en general, no ha logrado adaptarse. En vísperas del espectáculo de premiación, nos preguntábamos: ¿será esta otra noche de ganadores pálidos como la nieve, para celebrar los relatos que exaltan los privilegios de protagonistas blancos angloparlantes, sus narrativas, sus lugares y su historia?
La respuesta: un resonante no.
Desde el primer momento hasta la impactante y exultante victoria de “Parasite” como mejor película – es la primera película en idioma extranjero en ganar y la primera película coreana nominada en esa categoría–, la sensación que dejaron estos Oscar es que llegó el tan esperado punto de inflexión a una institución que necesitaba algo así desesperadamente.
La Academia de Artes y Ciencias Cinematográficas de EE.UU. sabe lo que está ocurriendo. Desde la etiqueta viral de 2015 #OscarsSoWhite (“Oscar tan blanco”), la Academia ha estado bajo ataque casi constantemente por no eliminar sus prácticas de marginación y eliminación de las personas de color, de las mujeres, de los individuos LGBTQ+ y, más recientemente, del talento internacional.
El espectáculo de este año pareció al menos tomarse a pecho estas críticas. La gala comenzó con Janelle Monáe interpretando junto a Billy
Porter la anodina canción principal de “Mr. Rogers’ Neighborhood” en una versión nostálgica de la escenografía del programa. Luego se sumaron a ella un ejército de bailarines vestidos como personajes de películas, muchas de ellas protagonizadas por personas de color.
La interpretación terminó honrando a “todas las mujeres que dirigieron películas fenomenales” –ninguna de ella fue nominada— y expresando lo orgullosa que se sentía de estar ahí contando historias como artista negra “queer”. “¡Feliz Mes de la Historia Negra!”, gritó.
Chris Rock y Steve Martin, dos ex maestros de ceremonias de los Oscar que lamentaron con sorna su “degradación” a simples presentadores, hicieron sus críticas.
“¡Tantos grandes directores nominados este año!”, dijo Rock.
“No lo sé, Chris. Pensé que faltaba algo”,
“¿Vaginas?”
“Sí, sí.”
Rock después se concentró en la nominación a mejor actriz de Cynthia Erivo: “Cynthia hizo tan buen trabajo en ‘Harriet’ escondiendo a personas negras que la Academia se puso en contacto con ella para que escondiera a todos los nominados negros”.
“En 1929, no hubo nominaciones para actores negros”, respondió Martin.
“Y ahora, en 2020, tuvimos una”, bromeó Rock.
“Sorprendente crecimiento”, comentó Martin de manera mordaz.
Pero el reconocimiento tardío del tema de la diversidad no habría tenido significado alguno si los principales ganadores del programa hubieran sido simplemente los esperados: las grandes y costosas películas de estudios que exhiben las tribulaciones y dificultades de los hombres blancos heterosexuales como “Joker”, “Once Upon a Time… in Hollywood”, “1917” y “The Irishman”.
Las señales de que este año sería diferente llegaron temprano, cuando el brillante cortometraje de Matthew A. Cherry “Hair Love” –que comenzó como un proyecto en Kickstarter y se convirtió en una poderosa película— ganó como mejor cortometraje de animación.
Como dijo Karen Rupert Toliver, la coproductora del filme, en su discurso de aceptación: “Fue un trabajo de amor… porque tenemos la firme creencia de que la representación es de profunda importancia, en especial en los dibujos animados pues así vemos nuestras primeras películas”.
El reconocimiento de que los dibujos animados son una lente vital por la que nos encontramos con el mundo y con nosotros mismos siguió con la interpretación de “Into the Unknown” de “Frozen 2”, nominada como mejor canción, en la que no solo Elsa, Idina Menzel, cantó en el idioma original, inglés, sino que otras 10 Elsas de todo el mundo cantaron versos de la canción en idiomas desde el japonés hasta el polaco.
Pero en última instancia, fue el reconocimiento realmente histórico del director Bong Joon-ho y de su película “Parasite” lo que más hizo para que estos Oscar tuvieran un sabor fundamentalmente tan distinto. Muchos desestimaron la posibilidad de éxito de la película por la reticencia de los estadounidenses a ver una película subtitulada, por lo que se supuso en gran medida que, como máximo, recibiría un triunfo en la categoría de guion original y una victoria en la categoría cuyo nombre cambió recientemente a mejor película internacional. Ni siquiera Bong quiso tomárselo tan en serio y dijo en su discurso de aceptación que estaba “listo para beber hasta la mañana siguiente”.
Pero cuando ganó como Mejor director –y luego reunió a sus compañeros productores, al elenco y al resto del equipo en el escenario para aceptar el de mejor película—se mostró conmocionado, como si repentinamente hubiera tomado conciencia de las muchas formas en que esta victoria cambiaría el mundo del cine. Deslumbrado y habiendo dado ya tres discursos de aceptación, le cedió el lugar a la productora Kwak Sin-ae, quien habló por toda la sala cuando dijo que ese era un “momento muy oportuno en la historia”.
El cine ha sido mundial desde la invención del cinematógrafo; hoy, Hollywood hace más dinero en el exterior que en EE.UU., y para un número cada vez mayor de películas, la taquilla está siendo impulsada por el público no blanco.
Este es, de hecho, un momento muy oportuno en la historia: para los Oscar, para Estados Unidos y para el mundo. Es un momento en que el poder está cambiando y desagregándose mientras nos dirigimos a un futuro donde la oportunidad no reside en un punto medio que se contrae sino en un horizonte en expansión.
Si bien queda mucho trabajo por hacer, la Academia podría haber aceptado finalmente la lección que pacientemente han intentado darle activistas como April Reign, creadora de #OscarsSoWhite, y Ava DuVernay, una cineasta que ha hablado con franqueza sobre la falta de diversidad en Hollywood. Es una lección declamada en verso libre en el escenario por el rapero y actor de “Pitch Perfect” Utkarsh Ambudkar, en su deliciosamente extraño rap de recapitulación en medio de los Oscar:
“Llevas largo tiempo intentando no ver el color
Lo que ves frente a tus ojos es un signo de los tiempos…
Hay suficiente luz para que todos podamos brillar”
Brindo por Bong Joon-ho y por el elenco y el equipo de “Parasite”. Brindo por la Academia, porque finalmente sintió los vientos de cambio. La lluvia llegó y trajo consigo el caos y la incertidumbre, pero también el cambio, la claridad, la verdad y un vistazo del futuro inevitable.
– Traducción de Mariana Campos