El expresidente de Bolivia Evo Morales durante una conferencia de prensa en Buenos Aires el pasado 21 de febrero.

Nota del editor: Pedro Brieger es un periodista y sociólogo argentino, autor de más de siete libros y colaborador en publicaciones sobre temas internacionales. Actualmente se desempeña como director de NODAL, un portal dedicado exclusivamente a las noticias de América Latina y el Caribe. Colaboró con diferentes medios nacionales como Clarín, El Cronista, La Nación, Página/12, Perfil y para revistas como Noticias, Somos, Le Monde Diplomatique y Panorama. A lo largo de su trayectoria Brieger ganó importantes premios por su labor informativa en la radio y televisión argentina. Las opiniones expresadas en esta columna son exclusivas del autor.

(CNN Español) – El túnel del tiempo hacia el futuro y hacia el pasado atrae desde la literatura fantástica hasta las series y películas. Y permite jugar con la ilusión de modificar el curso de la historia, en especial para evitar aquellos hechos terribles como las guerras y la aparición de dictadores que provocaron genocidios.

Ya es conocido que el 20 de octubre de 2019 hubo elecciones en Bolivia, que el Movimiento al Socialismo del expresidente Evo Morales se adjudicó el triunfo por el margen necesario para ganar en la primera vuelta y lograr su reelección sin balotaje, además de denuncias de irregularidades y fraude por parte de la oposición, apoyadas por un informe de la Organización de Estados Americanos (OEA) a través de su secretario general, Luis Almagro. Después de varios días de protestas y del pedido de renuncia del presidente –también por parte de las Fuerzas Armadas– Evo Morales renunció y asumió la presidencia la senadora Jeanine Áñez, quien posteriormente convocó a elecciones para el próximo 3 de mayo.

¿Y si ahora se comprueba que no hubo fraude? ¿Qué se debe hacer? Dos investigadores del prestigioso Massachusetts Institute of Technology (MIT) publicaron a fines de febrero un artículo en el Washington Post revelando un estudio minucioso del proceso electoral y asegurando de manera categórica que no hubo fraude. Ya anteriormente el Center for Economic and Policy Research (CEPR) de Washington, el Centro Estratégico Latinoamericano de Geopolítica (CELAG) y el profesor Walter R. Mebane, Jr., de la Universidad de Michigan, también habían publicado estudios contradiciendo el informe de la OEA y asegurando que no había pruebas de fraude en el resultado oficial.

Cabe entonces preguntarse, ¿qué puede o debe ocurrir en Bolivia si se comprobara de manera fehaciente que no hubo fraude? Evo Morales renunció a la presidencia, pero del mandato que finalizaba el 22 de enero. Por lo tanto, si no hubo fraude ¿no debería renunciar Áñez y comenzar Morales un nuevo mandato por haber ganado las elecciones? Claro que no parece lógico que pueda asumir cuatro meses después de haber renunciado. Pero hay un antecedente en la región. En febrero de 1991, Jean-Bertrand Aristide asumió la presidencia en Haití. Siete meses después fue derrocado por un golpe militar y se marchó al exilio. En 1994, las Naciones Unidas reconocieron el carácter singular de la situación y atentos a que se requería una reacción excepcional aprobó la formación de una fuerza multinacional para restituir al presidente legítimo a su cargo, lo que efectivamente sucedió.

Volviendo a Bolivia, si se comprueba que no hubo fraude, ¿no se debería volver al 22 de enero, fecha cuando finalizaba el mandato constitucional de Evo Morales y permitir que asuma un nuevo mandato dado que ganó limpiamente las elecciones? ¿Debería intervenir la ONU como lo hizo en Haití?

¿O habrá que conformarse con que alguien en el futuro filme una película sobre Bolivia para jugar con la ilusión de que se pudo haber cambiado la historia?