Nota del editor: Gabriela Frías es presentadora de CNN en Español. Es una periodista mexicana especializada en negocios.
(CNN Español) – Hace pocos días que cumplí 20 años en CNN, los mismos que llevo de vivir en Estados Unidos. Y escribo estas lineas desde mi Ciudad de México, horas antes de que se convierta en uno de los epicentros del mundo por las marchas por el Día Internacional de la Mujer.
Me tocará también ver si miles de niñas y mujeres desaparecen de la vida cotidiana, se ausentan de escuelas, empresas y negocios el 9 de marzo, para mandar un mensaje por la vida y rechazar los feminicidios, en la convocatoria #Niunasemueve.
Duele pensar que las cosas no se perciben mejor que cuando yo era más joven, cuando vivía aquí. Me inquieta que mis amigas usan menos sus redes sociales en tiempos recientes para hablar de su vida y más para distribuir alertas de jóvenes que se reportan desaparecidas o para comentar casos de agresiones contra jóvenes. Hay mucha indignación.
A la distancia, me quita el sueño pensar en el riesgo que podrían corren mis hermanas, mi madre, mis amigas o sus hijas. Y pienso, ¿qué hacemos con nuestras hijas más pequeñas? ¿Cómo las hacemos conscientes de los riesgos sin alarmarlas? ¿Cómo las preparamos sin agobiarlas?
Hace casi dos años que soy madre. Mi hija nació en Estados Unidos, en tiempos de mayor intolerancia y expresiones publicas contra los inmigrantes. Llega a este otro mundo repleto de estereotipos reducidos sobre lo que somos las mujeres mexicanas.
Con frecuencia nos critican más de lo que nos entienden.
Tampoco me alegra que pululen otros estereotipos que les dicen que el éxito se mide en autos, dinero, minifaldas o que la felicidad y el amor son desechables, reemplazables. Me pregunto cuánto de esto que yo pienso también le preocupó a mi madre cuando tenia a tres niñas y un varón por criar.
Quizá mi hija no vive tiempos más sencillos que los de su mamá. Pero sí le toca vivir en la era del #MeToo, incluso en la de “el 9 ninguna se mueve”, cuando las causas se convierten en movimientos de denuncias con resultados tangibles, como se ha visto en tiempos recientes con Harvey Weinstein o Jeffrey Epstein en Estados Unidos.
En México, mientras tanto, las estudiantes se movilizan para denunciar a profesores, directivos, compañeros, que las hacen responsables de las agresiones que sufren por parte de hombres. Sus denuncias han producido cambios.
Y sobre el mercado laboral que le espera, ¿qué puedo decirle?
Aún no puedo garantizarle que denunciar acoso en la oficina no arriesga su empleo o que siempre encontrará apoyo.
Tampoco puedo garantizarle que no le pondrán una mano en el hombro durante una entrevista de trabajo o que su interlocutor no le sugerirá que aceptar ese contacto físico sería parte de su trabajo.
Le diré que no es garantía de una mejor cultura laboral que la empresa en la que elija trabajar sea comandada por una mujer. Le mentiría si le dijera que ya llegamos a esa etapa, que ya evolucionamos tanto.
Porque mientras ella crece, aún pasa que hay mujeres profesionales, muy preparadas… pero que pierden impulso en sus aspiraciones de ascenso porque se embarazan. Y que las licencias de paternidad son tan cortas que tienen poco apoyo de sus parejas en las tareas de cuidar a los hijos.
Porque demasiadas mujeres todavía están lejos de altos puestos directivos… y las que llegan, parecen estar muy solas…
Sé que lo que ayuda a llegar lejos como mujer y sin tener que pensar en nuestro género es tener un padre y una madre que guíen, aplaudan, apoyen y levanten. Tener pasión por la vida y por lo que hacemos, curiosidad por aprender, imaginación para crear, perseverancia para no claudicar.
Espero sí, que en unos años, cuando ella llegue a ser una mujer como yo y que todo esto que hoy me senté a escribir haya pasado, recuerde que su madre -como otras miles de mujeres- nos hicimos escuchar de muchas formas y en muchos ámbitos de nuestra vida, para lograr el cambio real que muchas veces parecía que nunca se iba a dar.