Marcha de mujeres en Montevideo

Nota del editor: Jimena De la Quintana es una periodista peruana. Fue editora adjunta de la sección política del diario El Comercio y editora de Día1 (publicación de economía y negocios) del mismo diario. Fue durante diez años presentadora y directora del programa Rumbo Económico, el programa de economía, conducido por una mujer, que más años se mantuvo al aire en el país. Actualmente es corresponsal en Perú de CNN en Español.

(CNN Español) – No recuerdo, con claridad, qué era a lo que más me gustaba jugar a los seis años. Sí recuerdo que con quienes compartía eran mayoritariamente niñas, amigas del colegio y de mi barrio.

Estudié en un colegio exclusivo para chicas, donde constantemente se nos repetía: “Soy, puedo, debo, lo haré”. Ese era el lema. Mi familia jamás me hizo creer lo contrario y las circunstancias personales y las de mi país, sumido cuando era adolescente en una crisis política y económica que escribió parte de su historia, me retaron.

Es justamente a los seis años cuando, según un estudio de la revista Science, las niñas empezamos a sentirnos menos capaces que los niños. Son los juegos los que han quedado en un lugar de mi mente que no alcanzo a abrir, pero no los sentimientos ni las sensaciones: nunca experimenté sentirme menos que un niño. Es probable que mi círculo haya colaborado a que así fuera, pero lo cierto es, que años después, en la academia, en la universidad y luego en el trabajo, jamás me he sentido menos que un hombre.

Que las mujeres nos hayamos empoderado, mucho más en los últimos años, creo que ha sido fundamental para conquistar triunfos en la lucha por la igualdad de género. Creemos en nosotras. Las personas verdaderamente empoderadas son las que se empoderan a sí mismas, esa es una batalla que hemos logrado para nosotras y desde nosotras: saber que somos capaces.

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No estoy segura de si hemos hablado lo suficiente de ello, en la infinidad de temas que se analizan para evaluar los avances que como sociedad hemos alcanzado. Desde nuestro propio ser, desde nuestros hogares, nuestros trabajos, nuestros logros personales, hemos construido los cimientos para un cambio todos los días. Ahí están las mujeres que conquistaron espacios que eran exclusivamente de hombres, ahí están muchas mujeres a la cabeza de pequeñas y grandes organizaciones, ahí están las mujeres piloto, las que manejan grandes grúas en los puertos, las que salen a las calles a protestar buscando la reflexión de la sociedad, ahí estamos todas.

Las mujeres nos hemos dado poder a nosotras mismas frente a cifras que no han podido aplastar nuestras ganas de ser, porque la realidad no se puede negar: la violencia contra la mujer no ha cesado; por el contrario, ha ido en incremento en muchos países. Según el Instituto de Estadística e Informática de Perú (INEI), el número de feminicidios anuales creció de 84 en 2015 a 166 en 2019. En todo el mundo, según el mismo documento, que toma como fuente UNODC, para el año 2016, el mayor número de feminicidios ocurrió en la India, con 17.040 víctimas. EE.UU. ocupa el segundo lugar con 3.682 víctimas, seguido por México con 2.821 víctimas.

Nos siguen matando, cuando más protestamos, cuando más alzamos la voz. Por otro lado, la desigualdad salarial persiste y, en general, la discriminación contra la mujer en muchos otros ámbitos.

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El mejor lugar que estamos haciendo en el mundo, aunque queda demasiado por recorrer, es el camino que hacemos nosotras mismas. Porque con ello, las mil y una marchas de mujeres -y de hombres también- por la igualdad de género cobran mayor sentido. Porque sin ello, una ley que prohíbe la discriminación remunerativa no se mantendría en pie. Las mujeres estamos dando a luz a otros tiempos, porque más allá de los discursos, creemos en nosotras.