Crédito: Alex Davidson/Getty Images

Nota del editor: Roberto Izurieta es director de Proyectos Latinoamericanos en la Universidad George Washington. Ha trabajado en campañas políticas en varios países de América Latina y España y ha sido asesor de los presidentes Alejandro Toledo de Perú, Vicente Fox de México y Alvaro Colom of Guatemala. Izurieta también es analista de temas políticos en CNN en Español. Las opiniones expresadas en esta columna son exclusivas del autor.

(CNN Español) –La pandemia de coronavirus es una de las más importantes en la historia moderna, comparable en severidad y letalidad a la pandemia de influenza del 1918-19 (erróneamente llamada gripe española), pero una diferencia importante es que la pandemia de influenza discriminaba menos a sus muertos, matando frecuentemente a jóvenes.

Varios estudios han mostrado que los casos de coronavirus en niños pequeños tienden a ser leves, y que los casos en jóvenes o adultos tiene tasas de letalidad bajas. En ancianos o personas con enfermedades crónicas respiratorias, cardíacas o con diabetes la tasa de letalidad es mayor al 6%, pero en personas sin enfermedades crónicas la tasa de letalidad es menor al 1%.

Esto significa que el coronavirus sigue reglas cercanas a las estudiadas por Darwin: la selección natural, afectando a los más débiles, a los más ancianos y a los crónicamente enfermos. Lo cual es muy triste y sigue siendo grave. Hay virus más crueles, el virus del Ébola o el de la rabia no discriminan, matan a la mayoría de lo expuestos, sin importarles mucho su edad, sanidad o estado de salud. Y muchos otros, aún luego de curarse los pacientes, quedan con afectaciones permanentes para el resto de sus vidas.

Pero una pregunta en la mente de todos es: ¿cuándo va a acabar? ¿Hay respuesta? Bueno, sí, la hay: la epidemia muy probablemente va a acabar o a disminuir significativamente (hasta convertirse en una nota al pie de página) antes del final del invierno 2020-21, probablemente para marzo o abril del 2021. ¿Por qué? Por dos razones.

La población mundial no está protegida, pero a medida que la gente se infecta el nivel de inmunidad de la población aumenta. Y cuando el nivel de inmunidad de la población se acerque a la mitad de la población el virus no podrá seguir diseminándose indiscriminadamente. Por lo cual, cuando hayan pasado un par de olas epidémicas, una este invierno y otra el próximo, una buena parte de la población se habrá ya expuesto. Para seguir diseminándose, cualquier epidemia o pandemia necesita que una proporción elevada de la población sea susceptible.

Dada la urgencia, los incentivos económicos/productivos de las empresas farmacéuticas, el nivel de desarrollo de la tecnología, y la increíble conectividad facilitada por el internet, se espera que para el final del próximo invierno ya haya una o varias vacunas (si es necesario esas vacunas podrían obtener autorización para el uso bajo reglas de “uso emergente” o similares).

También es bastante probable que se existan para entonces antivirales específicos contra el coronavirus (y, para entonces, otros antivirales ya existentes habrán probablemente comprobado su utilidad contra el coronavirus). Además, habrán seguramente otras opciones. Por ejemplo, un artículo reciente publicado en JCD sugiere la posibilidad de usar suero de pacientes convalecientes (esto es, transferir pasivamente al paciente seriamente enfermo anticuerpos de un enfermo que acaba de recuperarse de la enfermedad), estrategias similares han sido usadas exitosamente en el pasado en fiebres hemorrágicas virales. En otras palabras, habrá cada vez más opciones de prevención y tratamiento.

Así que hay que seguir siendo muy cautos por al menos un año más, pero debemos recuperar la normalidad prudentemente para que las consecuencias en la economía de los hogares no sean mayores que las consecuencias de una enfermedad. Hasta entonces, siga los consejos del personal de salud, evite mantener contactos cercanos, no acuda a lugares donde hay multitudes, no se acerque a personas que tosen, no toque objetos que puedan estar contaminados y lávese las manos con muchísima frecuencia (también recuerde limpiar su celular que es lo que más se toca y usa en estos tiempos modernos), y no celebre sus ochenta años acompañados de una multitud de amigos.

Entretanto, no olvidemos a aquellos que, por atendernos, se exponen excesivamente, incluyendo no solamente a los trabajadores de salud, bomberos, policías, azafatas, pilotos y maestros, sino también a esos anónimos y frecuentemente mal pagados empleados de supermercados, farmacias, tiendas, guarderías, empleadas domésticas, porteros, recogedores de basura, peluqueros y otros muchos. Acostumbrémonos a darles gracias cada día, pero agradezcámosles sobre todo evitando tomar medidas que los puedan perjudicar.

Por lo tanto, mis conclusiones y sugerencias son:

1.    Seguir los consejos del personal de salud, por ejemplo, evitar todo contacto personal innecesario hasta que acabe la epidemia (yo creo que, con una pausa de verano en la cual la transmisión principal de la enfermedad se dará en el hemisferio sur) acabará en marzo del 2021. Trabajar a distancia cuando es posible. Cancelar concentraciones de gente hasta que la inmunidad de la población haya llegado a niveles aceptables tras dos ciclos epidémicos, y ya haya vacunas y varios antivirales en el mercado.

2.    Aumentar urgentemente la capacidad para que la gente pueda hacerse pruebas del virus. Preparar al sistema de salud y seguridad social para que estén mejor preparados.

3.    Evitar el pánico y mantener la calma. La naturaleza humana y la necesidad económica de seguir adelante prevalecerá como siempre.

4.    Evitar las medidas irracionales, improductivas, poco proporcionales e ineficientes para combatir el virus que perjudican significativamente a la economía y, sobre todo, a la economía popular.

5.    Aprendamos las lecciones de esta crisis: hagamos un mayor esfuerzo para tener una vida más sana, y nos eduquemos (para lo cual debemos informarnos mejor) sobre los retos que tenemos en la vida cotidiana sobre como evitar y disminuir las enfermedades.

6.    Recordemos siempre que trágicamente lo que más mata a la gente es la pobreza, la delincuencia (relacionada también con los niveles de pobreza), las armas automáticas, la gripe, manejar bajo la influencia del alcohol o usar el celular mientras se maneja, entre muchos otros factores.

7.    Estimular la economía real y popular. Mi sugerencia, más que utilizar dinero público y estímulos que no lleguen a la gente más afectada, es compensar a los sectores más afectados y sobre todo populares enviando un cheque de alrededor de 1.000 dólares (en EE.UU.) a cada uno de los hogares más afectados en el país, extender los derechos de baja por enfermedad a todos los trabajadores, para evitar perjudicar al menos por estos meses a aquellos cuyas economías estarán más afectadas.