Nota del editor: Lindsey Mantoan es profesora adjunta de teatro en el Linfield College. Es coeditora, junto a Sara Brady, de “Vying for the Iron Throne: Essays on Power, Gender, Death, and Performance in HBO’s Game of Thrones” y autora de “War as Performance: Conflict in Iraq and Political Theatricality”. Las opiniones expresadas aquí son suyas.
(CNN Español) – La segunda semana de marzo, el artista Tim Miller planeaba dirigir un taller de actuación en la Universidad de Minnesota. Pero seis horas y media antes de su presentación, programada para las 7:30 pm del pasado viernes 13 de marzo, el gobernador de ese estado declaró la emergencia.
Luego, cuatro horas y media antes de la clase, el rector de la universidad confirmó un caso de coronavirus entre los estudiantes. Y, más tarde, cuando faltaban cuatro horas para aquel taller de actuación, el director del departamento de teatro lo canceló.
Aunque los artistas no lo sabían, el ensayo de la noche anterior había sido el último que iban a compartir juntos. En un correo electrónico, la profesora Sonja Kuftinec me dijo que aquel encuentro final había empezado con ella, “como una sacerdotisa del taller”, guiando a los artistas en una especie de “ritual de limpieza”, y que “entre otras actuaciones, un estudiante universitario de 61 años y VIH positivo, compartió su experiencia de convivir con una epidemia”.
El mundo está viviendo una pandemia y la gente está muriendo, por lo que encontrar la manera de detener ese sufrimiento debe ser el objetivo principal. Pero a medida que el impacto económico del coronavirus crece a un ritmo acelerado y la cuarentena social se convierte en una forma de vida, la cancelación generalizada de las obras de teatro ha dejado a miles de actores, directores de escena, músicos y otros trabajadores luchando por encontrar cómo sobrevivir, llevar comida a la mesa y tener un techo.
Incluso, ante tal precariedad económica, muchos de estos artistas están buscando formas de compartir su arte con el mundo y apoyarse mutuamente.
Paula Vogel, la dramaturga que ganó el Premio Pulitzer 1998 con el drama “How I Learned to Drive”, estuvo esperando durante 23 años para que su obra llegue a Broadway. Iba a inaugurarla el 22 de abril en el Manhattan Theatre Club con sus protagonistas originales, Mary-Louise Parker y David Morse.
Con Broadway cerrado al menos hasta el 13 de abril, el futuro de la producción es incierto. Pero Vogel me dijo en un correo electrónico: “No ver los espectáculos de los demás es más difícil para mí que no llevar al escenario a ‘How I Learned to Drive’. Sí, hemos estado esperando 23 años para llegar a Broadway, pero conozco el final de mis propios espectáculos. No es lo mismo que ver cómo se van apagando las luces de los dramaturgos que alimentan mi sustento espiritual”.
No es sorprendente que una artista tan generosa como Vogel se centre en lo que están perdiendo otros dramaturgos. Sin embargo, estoy desconsolada por “How I Learned to Drive”. Había planeado ir a verla en abril, después de haberme puesto una alerta en mi calendario para comprar las entradas que salieron a la venta. Además, reservé un pasaje aéreo de Oregón a Nueva York, todo para poder experimentar mi obra favorita con su elenco original: una obra que enseño cada semestre y que espero dirigir en algún momento de mi vida. Me apenan mucho todos los artistas, pero no poder ver esta producción, puntualmente, me afectó aún más.
Al igual que muchas comunidades, quienes viven de las artes escénicas sufren la cuarentena de coronavirus y el distanciamiento físico.
En tiempos de extrema precariedad, los artistas tienden a unirse: 48 horas después de los ataques del 11 de septiembre, los 23 teatros de Broadway estaban abiertos mientras los artistas buscaban consolar a una ciudad afligida. En la víspera de la invasión estadounidense de Iraq en 2003, artistas de todo el mundo ofrecieron interpretaciones simultáneas de la obra de paz de Aristófanes, “Lisístrata”.
La cuarentena forzada amenaza con despojar a los artistas de las comunidades en las que prosperan, y dejar ciudades y pueblos de todo el país desprovistos de una cultura que alimenta el alma. Músicos, artistas de performance, dramaturgos y actores están forjando nuevas formas de ofrecerse apoyo artístico y emocional.
El intercambio privado en la Universidad de Minnesota podría haber sido uno de los últimos ejemplos de comunión artística en el país dentro de un futuro previsible, antes de que, por necesidad, los artistas comenzaran a recurrir a plataformas virtuales para expresar su solidaridad y practicar su arte.
La Sinfónica de Seattle, una de las localidades de Estados Unidos más afectadas por el virus, ha estado a la vanguardia, con transmisiones en vivo y retransmisiones que amplifican los espectáculos que la orquesta comparte con su audiencia.
El jueves 12 de marzo, transmitieron una presentación de septiembre de 2019 de la sinfonía número 1 de Gustav Mahler. Krishna Thiagarajan, presidente ejecutivo de la Sinfónica de Seattle, dijo en un correo electrónico que “en el mundo hubo miles de personas que se conectaron para escuchar esta música, al mismo tiempo, para vivir esta experiencia juntas. Fue un evento virtual que 130.000 usuarios, en el que se puede comprobar el sentido de comunidad a través de los comentarios y la participación durante el concierto”.
Además de transmitir conciertos previamente grabados, la organización está explorando presentaciones en vivo que se transmiten en tiempo real, de forma voluntaria, junto con transmisiones con una perspectiva educativa para las familias, donde un músico puede ofrecer una clase o contarle a los espectadores sobre sus instrumentos.
Como profesora de teatro en el noroeste del Pacífico, estoy lidiando con pérdida de las oportunidades artísticas.
En el escenario principal de The Armory, en Portland, se iba a producir la obra de Heather Raffo, “Nine Parts of Desire”. Es una pieza visceral sobre nueve mujeres iraquíes que sobreviven a la guerra y a las sanciones. Yo había sido convocada para dirigir un debate previo al espectáculo y un taller. El teatro canceló todos los eventos para después del 14 de abril, lo que me decepciona profesionalmente pero, más importante aún, significa una pérdida cultural para Portland. La pieza ofrece una visión profunda de los efectos de casi tres décadas de la política desastrosa de Estados Unidos en Iraq.
Otras organizaciones de artes escénicas, como el Metropolitan Opera y el festival anual de cine y música South by Southwest de Austin, que fue uno de los primeros eventos artísticos importantes de Estados Unidos en ser cancelado por el virus, están siguiendo los pasos de la Sinfónica de Seattle, con una transmisión gratuita, la publicación de nuevos contenidos y la apertura de catálogos. CNN.com ha organizado una lista útil de muchos de estos eventos aquí.
Sean Cercone, presidente ejecutivo de Broadway Licensing, que otorga los derechos para realizar guiones con derechos de autor, se anticipó a los cierres masivos de teatros no solo en Broadway, sino en todo el país.
En una entrevista telefónica, Cercone contó cómo la compañía comenzó a trabajar con dramaturgos para lanzar la transmisión en vivo de las producciones de obras con derechos que ya habían sido ensayadas y estaban listas para ser vistas por la audiencia, incluidas las de las escuelas primarias y secundarias.
Estas transmisiones especiales no son grabaciones sino que son espectáculos completos. No hay un video de archivo sino que es un intento virtual de replicar la experiencia en vivo de estar presente en un teatro real. Antes del espectáculo, la audiencia pueden acceder a los rituales típicos previos al evento, como comer o tomar algo en su casa, y luego seguir la transmisión en vivo.
Cercone dijo que el fin de semana pasado los estudiantes de primaria de la escuela Trevor Day School, en Nueva York, transmitieron en vivo su actuación de “The Old Man and the Old Moon”, con el objetivo de mantener a salvo a sus abuelos y compartir su trabajo.
Vale la pena señalar, sin embargo, que este tipo de eventos requieren que el elenco se reúna en un sólo espacio, a menudo muy cerca uno del otro, para actuar en tiempo real, lo que significa un riesgo. En este sentido, Cercone aclaró que hasta el momento ninguno de estos eventos fue cancelado, pero que él cree que solo es cuestión de tiempo.
No todas las producciones teatrales tienen acceso a una transmisión en vivo, y muchas organizaciones están cancelando las producciones, enviando a los artistas a casa por la cuarentena. Estas cancelaciones afectan especialmente a los dramaturgos que están empezando. Por eso las dramaturgas consagrados Stephanie Alison Walker y Donna Hoke, lanzaron una iniciativa en Facebook para revisar los guiones escritos de nuevas obras con producciones canceladas. Y estas revisiones pueden darle a los dramaturgos emergentes el impulso de visibilidad que necesitan para hacer crecer sus carreras.
Cuando hablé con la dramaturga Leanna Keyes y le pregunté sobre los efectos a largo plazo de la cancelación de las producciones, me dijo: “Podemos imaginar que la próxima temporada de teatro tendrá más espectáculos seguros y menos obras nuevas, algo que la mayoría de la gente considera más arriesgado. Siempre habrá hambre de trabajo novedoso y emocionante, por lo que estas obras finalmente encontrarán un hogar. Aunque es difícil predecir qué impacto tendrán estas circunstancias sin precedentes en la generación actual de los dramaturgos emergentes”.
Las producciones de las obras de Keyes en todo el país han sido pospuestas o canceladas con una producción de verano todavía en el aire.
Con las universidades, incluida la mía, posponiendo las producciones y los cursos hasta la próxima temporada, la educación virtual en artes escénicas presenta nuevos desafíos tanto para los profesores como para los estudiantes.
Durante el resto de este semestre, enseñaré en forma remota mi seminario “The History of the Broadway Musical”, y estoy aliviada porque llegamos a cursar nuestra unidad Fosse antes de esta transición. Aprender la coreografía de “All That Jazz” hubiera sido más desafiante en línea que en persona. Los estudiantes votaron por tener un aprendizaje en grupo, y creo que para muchos tener la oportunidad de reunirse en un lugar con sus compañeros de clase, incluso si ese lugar es un aula virtual, nos da un sentido de normalidad y comunidad que todos necesitamos.
En 1984, junto con algunos otros dramaturgo de Nueva York, Vogel creó “The Great American Play Bake-Off” en el que un escritor recibe una indicación y tiene 48 horas para escribir una obra. Ella me envió un correo electrónico con su indicación de “Bake-off” para esta pandemia, que instruye a los escritores a elaborar una obra de teatro que involucre “un vendedor de pescado en un mercado en Wuhan, una pareja que tiene un café en Teherán, un cantante de ópera en Milán, un escritor en soledad en donde sea que esté escribiendo este ‘Bake-off’, un crédito adicional con Donald Trump en cuarentena en la Casa Blanca, hisopos de algodón y un monólogo de un pangolín”.
Los estudiantes de la Universidad de Minnesota están siguiendo el ejemplo de Vogel, publicando avisos para su propio “Bake-off” de cuarentena con planes de leer las 10 mejores presentaciones en YouTube. Según el periódico estudiantil, más de 2.100 personas en todo el mundo planean participar.
Personalmente, tomé la premisa de un “Bake-off” y lo estoy usando como un plan de lección para educar a mis hijos en casa. Ayer les di una instrucción y, en una hora, escribieron e ilustraron historias cortas. Puede que haya perdido la oportunidad de ver la obra de Vogel, pero ella sigue influyendo en mi enseñanza.
Con la cuarentena que probablemente continuará y seguirá habiendo tanto sufrimiento, confío en que los artistas están tomando la iniciativa de abrazarse unos a otros y a sus comunidades, incluso aislados socialmente. Pero durante la era del coronavirus el espectáculo debe continuar, en línea.