Crédito: Ethan Miller/Getty Images

Nota del editor: Abogado. Analista de temas políticos e internacionales. Columnista del diario el Universal de Venezuela. Ha participado en el Congreso Judío Mundial. Es miembro del American Jewish Committee y de la Federación de Comunidades Judías de España

(CNN Español) – Hoy la lucha es por sobrevivir al coronavirus. Sin embargo, hay que pensar en el día después. Si aspiramos regresar a la vida anterior, no habremos aprendido la lección. Hay señales indicativas de que el mundo puede ser mejor, aunque distinto. En poco tiempo nos dimos cuenta de que lo que creíamos necesario, ya no lo es. Y de que lo que era normal hace unos días, dejó de serlo.

No habrá tranquilidad hasta que aparezca la vacuna. Pero, a pesar de ella, a partir de ahora todo será diferente. Cambiarán los hábitos sociales, nuestras costumbres de higiene, la economía, el consumo, el trabajo (hay oficios que tendrán que ser más valorados y mejor remunerados), la cultura y el deporte, la manera de estudiar, la geopolítica e, incluso, los entes multilaterales que han colapsado, cuando la razón de ser de alguno de ellos era la de prevenir una crisis como esta.

Las empresas se darán cuenta de que muchos puestos de trabajo no hacen falta. Las relaciones digitales y el trabajo desde casa dictarán la pauta. Las pequeñas ciudades lucirán más atractivas, se descongestionarán las urbes y posiblemente bajarán los valores de los inmuebles.

La medicina por videoconferencia puede convertirse en una práctica común. Millones de metros cuadrados de oficinas y locales comerciales cambiarían de uso. Los miles de convenciones anuales y ferias seguramente quedarán reducidas al mundo virtual. Se propiciará el turismo interno de cada país. Los paseos familiares y en pequeños grupos volverán a ponerse de moda y las filas en los aeropuertos podrían ser cosa del pasado. La economía se ajustará a las verdaderas dimensiones y daremos más valor a lo que realmente importa.

Aceleraremos la entrada a un mundo virtual en el que la inteligencia artificial asumirá un rol fundamental, incluso para atender a los enfermos (los robots no se contaminan). El teléfono móvil servirá también para hacer ciertos tipos de diagnósticos.

Los procesos migratorios serán diferentes. Nos veremos obligados a rescatar a los millones de personas que serán empujados a la pobreza, pues ya quedó demostrado que unos dependemos de otros.

Nuestra privacidad podrá ser reducida a la mínima expresión en instantes. Muchos Estados conocerán, en tiempo real, la ubicación de cada uno de nosotros y, por lo pronto, podríamos empezar a ser etiquetados como inmunes, contagiados y no contagiados.

El mundo ha sufrido un infarto y hay que aprovechar la coyuntura para el cambio. La globalización no es el problema, hay que fomentarla, pero con mayor sinceridad y verdaderos compromisos, sobre todo en el cambio climático.

Las malas decisiones de algunos políticos generarán más secuelas que el coronavirus. Los que lideran al mundo son a veces quienes cambian el rumbo de la historia.

Vivir es aprender a perder lo que ganamos. Vivir sin miedo será el gran reto.