Nota del editor: Mari Rodríguez Ichaso ha sido colaboradora de la revista Vanidades por más de dos décadas. Especialista en moda, viajes, gastronomía, arte, arquitectura y entretenimiento. Productora de cine. Columnista de Estilo de CNN en Español.
(CNN Español) – El otro día puse en Instagram una foto de mi hija con una máscara color rosa que se ajustaba muy bien a su rostro. Pronto, dos amigas me escribieron, ¡preguntándome dónde la había comprado! Incluso, una de ellas comentó que era “monísima” y “de un tono rosa precioso”.
¡Qué cosa más inesperada! Y en solo unos minutos, chequeando redes sociales e Internet, me “saltaban” anuncios y sitios de ventas de todo tipo de mascarillas y protección para el rostro. Una “competencia” consumista muy curiosa y probablemente el inicio de un nuevo accesorio “de moda”.
En Internet hay todo tipo de mascarillas o tapabocas: las que imitan caras de gatos o perros, las que están hechas de tela estampada con billetes de dólares o las impresas con cuadros de famosos pintores como Van Gogh o Frida Kahlo. Algunas muy “elegantes” de terciopelo o tela brocada en color oro y plata, y muchas con frases que aluden a la pandemia o con solidarias palabras de aliento y esperanza. Superinteresantes mensajes que llevaremos en nuestros rostros para protegernos y proteger a otros.
Otras protecciones son viseras plásticas con sombrero o gorra que, confieso, enseguida me compré, pero tienen el defecto de que se empañan con la respiración. Esto ocurre también con las mascarillas, que, en personas con tabiques nasales desviados (como es mi caso), dificultan la respiración natural. Un problema.
Todo esto me llevó a reflexionar sobre lo que será el futuro. En muchos países, estas mascarillas serán obligatorias durante largos meses, y el cubrirnos la boca, nariz y parte de la cara, es una acción que curiosamente nos recuerda el polémico uso del velo y de la burka como parte de la tradición en países musulmanes. Antes criticado y prohibido en algunos sitios, enarbolando cuestiones de seguridad nacional, ahora nos taparemos por cuestiones de supervivencia.
Para millones de mujeres musulmanas (desde Indonesia hasta Arabia Saudita, Kuwait y los Emiratos Árabes Unidos) llevar máscaras y velos es lo cotidiano. Y, en muchos casos, los usan con gran creatividad y definitivamente como un accesorio de moda.
Cuando estoy en Londres, por ejemplo, donde se ven muchísimas mujeres musulmanas con distintos estilos, me fascinan las kuwaitíes, vestidas de riguroso negro, con sus elegantes velos y largas “abayas”. Una vez, le pregunté a una muy alta (soy una atrevida) que estaba de compras en una tienda, qué tipo de tela era la de su conjunto. Muy amable, y con entusiasmo, me contestó que era “de chifón de pura seda”. Instantáneamente, me di cuenta de que, aunque su look era 100% distinto al mío, era una mujer exacta a mí, que amaba la moda y que se había sentido feliz de haber sido interpelada por una extranjera curiosa. Pronto noté que bajo su túnica llevaba mocasines de marca, al igual que su bolsa o cartera. Dos mujeres aparentemente diferentes, pero unidas por la moda.
En Indonesia, las mujeres llevan “kebaya”, parecidas a la “abaya”, y cubren su cara y cabello con distintos estilos de “hijabs”. Una cultura y una costumbre religiosa que ahora resultan más interesantes que nunca.
Para sobrevivir, irónicamente, tendremos que usar por largos meses estas máscaras, o sombreros con viseras plásticas, tapándonos las caras. Serán largos meses, hasta que se descubra una vacuna, en los que tendremos que ver, en medio de la lamentable situación, qué mascarilla o cubrebocas ofrece mejor protección, cuál nos gusta más y es más cómoda. La llevaremos, por necesidad, pero con porte.
Es aún más curioso al notar que la ropa que se anuncia y se vende en Internet promueve vestidos anchos, túnicas largas y holgadas, y modelos “baby doll”, de cierta forma parece complementar el “look total” con la máscara que llevemos.
Sí, hay que reconocerlo y admitirlo, lucir lo mejor posible sigue siendo psicológicamente muy importante para todas nosotras. Es parte del balance y ayuda a sobrellevar la situación. Es un gesto de amor propio muy necesario y positivo, en medio de esta trágica crisis que nos afecta y golpea tan profundamente.
Ya llegará el tiempo en que recordemos estos momentos como un día a día, que nos hizo más fuertes y nos enseñó a apreciar nuestras vidas.