(CNN) – Momentos antes de que Donald Trump firmara un decreto para limitar la capacidad de las compañías de redes sociales de verificarlo, el presidente buscó una ridícula comparación para justificar la medida.
“Imagina si tu compañía telefónica local intentara editar o censurar lo que dices. Las compañías de redes sociales tienen mucho más poder”, dijo Trump.
Piénsalo por un segundo y, tal vez, la comparación tiene algún sentido. Piénsalo por más tiempo e inmediatamente puedes ver que esto ni siquiera es una comparación de manzanas con peras. Es más como una comparación entre manzanas y naves espaciales. Porque la comparación no tiene absolutamente ningún sentido.
Para explicar exactamente cómo y por qué, tomemos la premisa de Trump: digamos que una compañía local de telecomunicaciones censuró o editó una conversación que estabas teniendo por teléfono con un amigo. Lo que eso significaría es que tu amigo no recibirá el mensaje exacto que deseas enviar. Recibiría algún tipo de mensaje alterado.
¡Eso es malo! ¡Todos podemos estar de acuerdo en eso! Por ejemplo, si quiero llamar a mi esposa y decirle que la amo y la compañía telefónica convierte el “Te amo” en “Me gustas”, bueno, ¡podría tener un problema!
Como dije, la comparación de Trump tiene sentido, solo por un segundo.
Pero ahora supongamos lo contrario. La compañía telefónica NO edita ni censura lo que dices. Y lo que dices es algo como: “¿Sabías que usar una mascarilla en realidad te hace más propenso a contraer coronavirus?”.
Eso, por supuesto, no es cierto. Pero al no censurar tu llamada telefónica, la única persona a la que le trasmitiste esa información falsa fue la persona al otro lado de la línea. Ahora, ¿podría esa persona ir y contarle a otras cinco personas cómo el uso de una mascarilla realmente aumenta sus posibilidades de contraer covid-19? ¡Sí! Por supuesto. Y si fueran muy diligentes y pasaran MUCHO tiempo al teléfono durante los próximos días, incluso podrían transmitir esa falsedad a 200 personas. (Como dije, tendrías que pasar mucho tiempo al teléfono).
Ahora imagina que la misma persona que hizo la llamada telefónica inicial a otra persona decidió tuitear esa falsedad sobre las mascarillas. Y resultó que esa persona tenía, digamos, 80,4 millones de seguidores en Twitter. O incluso 80.000. O incluso 8.000.
Con solo presionar un botón —¡literalmente!— esa sola persona podría difundir la mentira sobre las mascarillas a 8.000 u 80.000 o incluso 80 millones de personas. Y luego esas personas podrían retuitear la falsedad a sus docenas o cientos o miles o millones de seguidores. Dentro de cinco minutos (o menos), una sola persona tuiteando una falsedad podría prácticamente garantizar que cientos de millones de personas la hayan visto.
¿Tienes alguna idea de cuánto tiempo le tomaría a alguien llamar a 100 millones de personas y decirles una sola falsedad? Muuuuuuucho más de cinco minutos.
¿Ves? La comparación no tiene sentido.
Twitter, Facebook, Instagram y similares son plataformas públicas. Cualquiera que quiera seguir, digamos en Instagram a Lady Gaga o a mí, —¡algo muy similar!—, puede hacerlo. Una llamada telefónica (o compañía telefónica) es una plataforma privada. No puedo iniciar sesión para escuchar tu llamada, o la mía, solo porque quiero.
El alcance y la inmediatez de las plataformas de redes sociales las diferencia de una compañía telefónica. Entonces es muy diferente: lo que funciona para regular una llamada telefónica no es lo mismo que regular un tuit.
Si a alguien como Trump se le permite tuitear cosas que son demostrablemente falsas sin ningún control en ninguna plataforma de redes sociales, puede erosionar el concepto mismo de verdad en la sociedad estadounidense sin nada más que unos pocos toques en su teléfono.
Intenta hacerlo en una llamada telefónica a ver si es posible.