CNNE 841066 - policia protestas racismo estados unidos opinion

Nota del editor: Cedric L. Alexander sirvió cuatro décadas en las fuerzas del orden y en otras áreas de servicio público. Es colaborador habitual de CNN y MSNBC. Es autor de “In Defense of Public Service: How 22 Million Government Workers Will Save our Republic”. Las opiniones expresadas en este comentario son propias del autor. Ver más en CNNe.com/opinion

(CNN) – Soy un hombre negro estadounidense que ha tenido el privilegio de servir en la policía durante 40 años. Hoy, si una persona joven de color me pregunta qué debería hacer si un agente de policía detiene su auto, yo respondo: Pon tus manos en el volante donde se puedan ver, coopera y obedece. Y si me respondieran, como probablemente lo harían, Aún cuando haga todo eso, igual nos están asesinando, no podría decirle nada más. Con mis décadas de experiencia, no tendría nada que decir.

Los estadounidenses negros –en su mayoría hombres jóvenes, pero también mujeres– están siendo asesinados por agentes de la ley no por nada que hayan hecho, sino por quienes son. Los asesinatos no son accidentes, fenómenos estadísticos o errores de juicio. Son resultados de la historia estadounidense. Hasta que no haya un plan de reforma para abordar estas fallas en la vigilancia policial –personificada más recientemente en la muerte de Ahmaud Arbery, Breonna Taylor y George Floyd– continuaré sin tener nada que decir a los jóvenes de color que me preguntan qué hacer, cómo prevenir sus propias muertes a manos de la policía. Y me temo que, bajo el presidente Donald Trump, nunca se trazará ningún plan, que no nos quedará nada más que la oscuridad en la que nos encontramos ahora.

La necesidad de un mejor Estados Unidos no puede ser discutida. Ahmaud Márquez Arbery salió a correr, desarmado, en el condado de Glynn, Georgia, cuando dos hombres blancos locales, Travis McMichael y su padre, Gregory, un exagente de la ley, fueron grabados con el teléfono celular de un tercer hombre blanco, William “Roddie” Bryan, matándolo a tiros.

Solo meses después, luego de que una estación de radio local obtuviera el video del teléfono celular de Bryan, lo publicara en su sitio web y se volviera viral, los funcionarios anunciaron que un jurado investigador decidiría si presentaba cargos. Solo dos días después, miembros de la Oficina de Investigación de Georgia arrestaron a los McMichael por cargos de agresión agravada y asesinato. Bryan fue arrestado el 21 de mayo y también acusado de detención ilegal y asesinato. Aún un juez no les ha pedido a estos hombres declaración de culpabilidad y sus respectivos abogados los abogados han dicho a los periodistas que no cometieron ningún delito. Un portavoz del Departamento de Justicia confirmó que la División de Derechos Civiles estaba valorando las pruebas para decidir qué cargos federales son los apropiados por crimen de odio.

El período en que transcurrieron estos hechos, incluida la demorada ausencia de cargos, se extiende 74 días. Pero su verdadera historia, la historia del racismo violento en EE.UU. es mucho más larga, data del siglo XIX y la era de Jim Crow en los comienzos del XX, cuando los linchamientos y la negativa a enjuiciarlos eran rutina.

En Louisville, Kentucky, en marzo, tres policías del Departamento del Metro de Louisville mataron a tiros en su casa a Breonna Taylor, una técnica médica en emergencias de 26 años que trabajaba en la primera línea contra el covid-19 en su ciudad. Agentes de policía con ropa de civil y, según la familia, sin identificarse irrumpieron durante la noche en su casa. El novio de Taylor abrió fuego contra los hombres, y los disparos fueron devueltos. Taylor recibió la peor parte con 8 impactos.

Al final resultó que la orden, relacionada con drogas, estaba vinculada a dos personas que ya se encontraban bajo custodia policial. El único “delito” de Taylor fue haber tenido una relación previa con uno de ellos. El FBI ha abierto una investigación sobre su muerte.

Tomó segundos disparar ocho veces contra Breonna Taylor. Al igual que con el asesinato de Arbery, la historia detrás de estos segundos es mucho más larga y recuerda el destino de Fred Hampton, un activista de Chicago de 21 años, Black Panther y fundador de Rainbow Coalition. Fue asesinado a tiros el 4 de diciembre de 1969, en una redada en su departamento realizada por agentes de la Oficina del Fiscal del Estado del Condado de Cook, de la policía de Chicago y del FBI. El jurado forense dictaminó homicidio justificado, pero el consenso entre los historiadores es que Hampton fue un blanco del FBI, actuando en este caso como Nightriders tardíos.

El 25 de mayo, cuatro agentes de la policía de Minneapolis, incluyendo a Derek Chauvin, arrestaron a George Floyd en relación con un incidente de “falsificación”, cuando pagó una factura con un billete de 20 dólares supuestamente falso. Chauvin sujetó a Floyd poniendo una rodilla sobre su cuello, mientras ignoraba sus repetidas súplicas por su vida (“No puedo respirar”) y las declaraciones de los testigos de que los policía estaban matando al hombre. Chauvin fue acusado de asesinato y homicidio involuntario en tercer grado.

La asfixia de Floyd está demostrando ser un punto de inflexión en la larga historia del racismo estadounidense. Los videos de violencia policial contra los negros se han convertido en algo común. La mayoría registra incidentes violentos rápidos. Pero la grabación de los últimos minutos de la vida de Floyd muestra a un hombre siendo privado lenta y deliberadamente del aliento de vida. Es un linchamiento.

La muerte de Floyd tuvo lugar en el contexto de la pandemia de covid-19, que a nuestro presidente le gusta llamar el “enemigo invisible”. En contraste, el asesinato de Floyd fue intenso, obscenamente visible, y la respuesta a esa visibilidad también ha sido intensamente visible en docenas de ciudades estadounidenses.

Mientras tanto, bajo el gobierno de Trump, el Departamento de Justicia esencialmente ha abandonado las investigaciones a profundidad sobre las prácticas policiales inconstitucionales, según un informe de CNN. Durante el primer mandato del presidente George W. Bush, el Departamento de Justicia lanzó 12 investigaciones sobre las agencias policiales por prácticas que violaban la Constitución. El Departamento de Justicia del presidente Barack Obama abrió 15. El Departamento de Justicia de Trump, según los expertos legales y los registros del Departamento de Justicia, ha abierto solo una. Si bien las autoridades federales están involucradas en la investigación de lo que les sucedió a Arbery y Taylor, no parece probable que se realice ninguna investigación sistémica sobre las prácticas policiales en ninguno de estos lugares bajo el gobierno de Trump.

Mientras tanto, no hay escasez de cobertura de video sobre las manifestaciones pacíficas, protestas, disturbios violentos y saqueos que han seguido a lo que ocurrió en Minneapolis. Lo que nos falta es un plan para abordar los eventos en sí mismos, al igual que nos falta un plan para abordar la pandemia de covid-19 que, por supuesto, impacta a las personas de color con mayor frecuencia y consecuencias que a las personas blancas. La virulencia de la enfermedad tiene sus raíces en las mismas condiciones sociales y económicas que la virulencia de las actitudes y políticas de las fuerzas de seugridad hacia las comunidades y los individuos de color. Así como no tenemos un plan para luchar contra el covid, tampoco tenemos un plan para abordar la violencia policial contra esta misma población. Y si el registro del Departamento de Justicia de Trump es un barómetro de lo que está por venir, es posible que nunca tengamos un plan bajo su liderazgo.

En 2015, el presidente Obama me pidió que formara parte del grupo de trabajo sobre vigilancia policial del siglo XXI, que fue una respuesta a una serie de incidentes graves entre las fuerzas del orden y las comunidades a las que sirven y protegen. La nuestra no era una “comisión” sino un “grupo de trabajo”, encargado de identificar los problemas y formular rápidamente planes para corregirlos. En 90 días, a través de audiencias con unos 140 testigos, formulamos 59 recomendaciones con 92 elementos de acción en las áreas de creación de confianza y legitimidad, políticas y supervisión, tecnología y redes sociales, vigilancia comunitaria y reducción del delito, capacitación y educación, y bienestar de los agentes y seguridad. Creamos un plan, un GPS político, político, estratégico, táctico y moral.

Bajo el exsecretario de Justicia Jeff Sessions, la labor del grupo de trabajo y sus recomendaciones fueron esencialmente desechados. No hace falta decir que el secretario William Barr no los ha resucitado. Si alguien en el gobierno federal se topara con lo que hicimos, se encontraría con un adelanto de lo que necesitamos crear ahora más desesperadamente de lo que lo necesitábamos en 2015: un plan, un mapa, un GPS.

Pero nos quedamos sin ninguno. Las consecuencias de esta grave ausencia deberían ser tan obvias para nosotros en 2020 como lo fueron para los escritores del Libro de Proverbios hace milenios: “Donde no hay visión, la gente perece …”

Los problemas que enfrentamos en este momento son parte de nuestra larga historia. Pero la ausencia total de liderazgo (político, moral, estratégico) me parece genuinamente sin precedentes. ¿Cuál es el plan ahora, Estados Unidos?