Nota del editor: Carlos Alberto Montaner es escritor y analista político de CNN en Español. Sus columnas se publican en decenas de diarios de España, Estados Unidos y América Latina. Montaner es, además, vicepresidente de la Internacional Liberal. Las opiniones expresadas en este comentario son propias del autor. Ver más opinión en CNNe.com/opinion.
(CNN Español) – Antifa ha sido acusada de anarquista.
Para Trump, que cree -o dice creer- en las conspiraciones, antifa es un enemigo perfecto. Es una etiqueta ideal para culpar a todos de casi cualquier cosa.
Antifa deriva de “antifascismo”. Surgió en Estados Unidos para oponerse a los supremacistas blancos. Uno de los objetivos de los antifa es escrachar a los supremacistas cuando convocan sus actos públicos.
Escrachar es un verbo tomado del italiano por los argentinos, aceptado por la RAE, y quiere decir “manifestarse violentamente contra los adversarios ideológicos e impedir que hablen”.
Trump pudo equilibrar su denuncia a antifa condenando en el mismo acto al Ku Klux Klan, pero no lo hizo por razones, supongo, electorales.
No todos sus votantes son supremacistas, pero todos los supremacistas son trumpistas.
Antifa no tiene estructura ni jerarquía, lo que hace muy difícil infiltrarla y destruirla. Es como una franquicia abierta de la izquierda. Cabe todo. Al mismo tiempo, ese rasgo la debilita y hace muy difícil que pueda destruir el poder.
Como se sabe, para destruir el poder hay que contar con una estructura, con una jerarquía y, mejor aún, con un líder.
Eso no quiere decir que no tengan intenciones de destruir. De lo que carecen es de fuerza.
En todo caso, quienes primero deben estar al tanto de sus actos son quienes protestan legítimamente.
Antifa puede desvirtuar sus actividades y convertir la correcta cólera de los ciudadanos en una cosa sucia.
Ojalá eso no suceda.