(CNN) – Tienen sus propios gobiernos, pasaportes, ciudadanos e incluso divisas en algunos casos. Pero, por varias razones complicadas, ciertos países de todo el mundo no existen oficialmente, algunos incluso quedan por fuera de los mapas.
Eso no impidió que Guilherme Canever intentara visitarlos. El autor brasileño viajó a 16 naciones no reconocidas entre 2009 y 2014, y relata sus experiencias en su último libro, “Naciones no reconocidas: viajes a países que no existen”, que se lanzó este mes.
Aunque la definición de país está abierta a interpretación, para ser considerado como tal según el derecho internacional, un territorio debe tener una población permanente, una superficie definida, controles fronterizos, la capacidad de gobernarse a sí mismo de manera independiente y relaciones con otros países.
El obstáculo final es obtener el reconocimiento como Estado por parte de las Naciones Unidas, lo que conlleva una serie de beneficios, como tener más acceso a redes económicas.
Los que no son reconocidos por la ONU no son identificados formalmente como países, incluso si son reconocidos por otras naciones, y como resultado pueden tener que enfrentar muchas batallas.
Canever se fascinó con el tema de los países en disputa después de visitar Somalilandia, un territorio que aspiraba a ser país ubicado en el Cuerno de África y que buscó la independencia de Somalia desde 1991.
“Estaba viajando por tierra a través de África en 2009 y terminé yendo a Somalilandia”, cuenta a CNN Travel. “Me sorprendí cuando me di cuenta de que no podía usar el dinero somalí allí. Entonces comencé a comprender que se trataba de una nación con sus propias instituciones, leyes y moneda”, dice.
“Pero no estaba reconocido por ningún otro país. Me sentí como si estuviera en un universo paralelo”, recuerda.
A pesar de declarar unilateralmente la independencia de Somalia en 1991, Somalilandia nunca ha sido reconocida como nación soberana por ningún otro país.
Lucha por el reconocimiento
Esto ha hecho las cosas particularmente difíciles para el territorio, que ha enfrentado graves problemas económicos a lo largo de los años.
“Somalilandia está realmente sola”, explica Canever. “Han luchado por sobrevivir porque no tienen aliados”, agrega.
El desempleo es alto, al igual que la tasa de analfabetismo, pero él quedó extremadamente impresionado por la capacidad de resiliencia de sus lugareños.
“Hablaban de sus luchas”, cuenta Canever. “Muchos dependen del dinero que les envían las personas que trabajan en el extranjero”, explica.
“Debido a que no son reconocidos (como país) es muy difícil hacer intercambios con otros países. Es muy difícil para ellos vender cualquier cosa. Por lo que muchas personas aprovechan la oportunidad de trabajar en otros países. Es una situación muy difícil. Pero puedo ver que están mejorando mucho”, cuenta.
En los años que siguieron a su viaje a Somalilandia, Canever comenzó a investigar otros destinos con problemas similares.
Después de reducir los resultados de la búsqueda a 10 territorios independientes con reconocimiento internacional limitado y seis regiones autónomas que anteriormente eran independientes o querrían serlo, Canever comenzó a planificar su extenso viaje.
Uno de los países en disputa más conocidos en su lista de viaje fue Kosovo, que se encuentra en la región de los Balcanes en Europa.
Mientras que Somalilandia ha sufrido por la falta de aliados, Kosovo se ha beneficiado de sus muchos partidarios.
Desde que declaró formalmente su independencia de Serbia en 2008, con el respaldo de Rusia, ha sido reconocido como un estado independiente por más de 100 países, así como por el Comité Olímpico Internacional, pero no ha alcanzado el estatus de miembro de la ONU.
A diferencia de otros países en disputa, Kosovo atrae a una gran cantidad de turistas. La mayoría de los visitantes extranjeros llega de Albania, Turquía y Alemania.
“Kosovo cuenta con el apoyo de muchos países ricos y muchos turistas vienen aquí”, dice Canever.
En 2018, el número de visitantes internacionales al estado parcialmente reconocido aumentó en un 19% con respecto al año anterior.
“Puedes ver que se está desarrollando, pero hay muchos pequeños problemas que aún deben resolverse antes de que puedan volverse completamente independientes”, agrega.
Dolor por la división
Canever usó Couchsurfing, un servicio mundial de hospedajes en casas, para conectar con los lugareños durante su viaje y alcanzar una comprensión más profunda de lo que es ser de un lugar cuya existencia es cuestionada.
“Una de las cosas que más me gustó de viajar a estos países (no reconocidos) es que las interacciones con las personas locales son muy particulares”, dice.
“No parece que estén prestando un servicio a un turista. El turista realmente se convierte en parte de la comunidad. Te abren las puertas de sus casas y te permiten participar en actividades con ellos”, cuenta.
Él cree que esto se debe a una combinación de amabilidad genuina y curiosidad.
“Si es un lugar al que no van muchos turistas, a veces sienten curiosidad y quieren saber cómo los ve el resto del mundo. La mayoría de estos países están muy orgullosos. Algunas personas creen que están mejor que aquellos en el mundo exterior”, cuenta.
Durante su viaje a Chipre, que se ha dividido desde la invasión militar turca en 1974 respaldada por el gobierno griego, Canever fue testigo de primera mano del dolor que esta amarga separación causó.
Si bien Turquía reconoce el área que comprende la parte noreste de la isla como la República Turca del Norte de Chipre, para el resto del mundo es un territorio de la República de Chipre ocupado por Turquía.
“Tan pronto como cruzas la frontera, puedes ver la diferencia”, dice Canever de su viaje al norte de Chipre.
“Me quedé con un hombre que me dijo que su padre había nacido en Turquía y su madre es turca chipriota. No pudo cruzar a la parte sur de la isla porque se le considera turco, no turco chipriota. Fue realmente difícil para él. Es muy difícil para la generación más joven”, cuenta.
Ciudadanos orgullosos
Abjasia y Osetia del Sur, los dos territorios en disputa en el Cáucaso, también estaban en su itinerario.
La primera, una región separatista de Georgia con fuertes lazos con Rusia, dejó una impresión particularmente fuerte en Canever.
“Abjasia es un lugar hermoso”, dice de la región, que está bordeada por más de 200 kilómetros de costa del Mar Negro.
“Tiene muchos monasterios hermosos. No es lo que esperarías de un país que no existe. Muchos rusos van allí durante el verano a las playas. Tienen una industria turística bastante grande. Puedes comprar recuerdos como imanes para la heladera y camisetas”, cuenta.
Sin embargo, el proceso para entrar en el estado autodeclarado como soberano está lejos de ser simple.
“Tienes que contactarlos por correo electrónico (para obtener un permiso de entrada) y te dan un día determinado en el que puedes ir (para obtener la autorización)”, explica.
“Luego, en el momento en que ingresas al país, debes ir al Ministerio de Relaciones Exteriores para obtener una visa oficial”, recuerda.
Según Canever, la gente de Abjasia no parecía particularmente preocupada por ser reconocida internacionalmente.
“Eran muy, muy nacionalistas”, explica. “Se emocionaban mucho (cuando hablaban sobre el país). Decían que, como Rusia los apoya, no necesitan el reconocimiento de Europa o Estados Unidos”, agrega.
En el sur del Cáucaso se encuentra Nagorno Karabaj, también conocida como la República de Artsaj. Al igual que otros países en disputa, Nagorno Karabaj está en el centro de un conflicto de larga data entre dos naciones. En este caso entre Armenia y Azerbaiyán.
“A Stepanakert (la capital de Nagorno Karabaj) es fácil ir desde Armenia”, dice Canever. “Es muy tranquilo. Hay bonitas plazas rodeadas de flores donde la gente se sienta y bebe. Pero la línea de conflicto está a pocos kilómetros de distancia. A veces todavía hay intercambios de disparos, por lo que hay mucha tensión”, cuenta.
En el área hay varias iglesias bonitas y monasterios, como el Monasterio de Gandzasar.
“También hay montañas hermosas y muchos lugares que puedes visitar de manera segura”, agrega Canever.
Osetia del Sur, un territorio montañoso entre Georgia y Rusia que es oficialmente parte de la primera, parece menos atractivo para los turistas. “No mucha gente va allí “, dice.
Canever también visitó Transnistria , entre Moldavia y Ucrania, que declaró su independencia en 1990, un año antes de la caída de la Unión Soviética.
¿Se acerca el reconocimiento oficial?
A pesar de tener su propia moneda y controles fronterizos, el territorio aún no ha sido reconocido por la ONU. Canever pudo acceder al país a través de Moldavia.
“Para viajar allí tienes que cambiar tu dinero y obtener rublos de Transnistria”, dice, y explica que al principio era escéptico sobre qué tan eficientes serían las cosas en ese territorio.
“Casi todas sus instituciones funcionan. Incluso intenté comprobar lo bien que funcionan comprando una postal y enviándola a casa para ver si llegaba, y llegó. Fue bastante interesante ver que algunos de estos lugares tienen de hecho el control total de su territorio”, recuerda
Aunque Sudán del Sur se convirtió en 2011 en el país más nuevo reconocido por el mundo, hay poca evidencia que sugiera que a cualquier otro territorio que aspire a lo mismo se le otorgue el privilegio en el corto plazo.
Aunque dice que ciertamente no es un experto en disputas fronterizas, cuenta que sus experiencias y la exhaustiva investigación realizada mientras escribía el libro le han demostrado que crear nuevas fronteras y países no es necesariamente la mejor manera de resolver disputas en los territorios.
“La mayoría de estos países comenzaron como minorías que tenían problemas y querían ser independientes”, explica.
“Pero en el momento en que obtienen su independencia se convierten en mayoría, y todavía hay minorías en sus tierras que necesitan ser protegidas”, explica.
“Dibujar líneas y hacer nuevas fronteras no ayuda si no se tiene una democracia plena en una región”, concluye el autor.