Bolsonaro muestra una caja de hidroxicloroquina a sus seguidores reunidos afuera del Palacio Alvorada en Brasilia, el 23 de julio de 2020. Crédito: EVARISTO SA/AFP via Getty Images

Nota del editor: Roberto Izurieta es director de Proyectos Latinoamericanos en la Universidad George Washington. Ha trabajado en campañas políticas en varios países de América Latina y España, y fue asesor de los presidentes Alejandro Toledo de PerúVicente Fox de México y Álvaro Colom de Guatemala. Izurieta también es colaborador de CNN en Español. Las opiniones expresadas en esta columna son del autor. Ver más opiniones en CNNe.com/opinion.

(CNN) – Luchar contra una pandemia de la peligrosidad y agresividad del covid-19 es ya suficientemente difícil como para agregarle además la politización, manipulación y corrupción que muchos políticos le han sumado para sacarle ventaja.

Con respecto al virus, cada semana tenemos más y mejor información sobre cómo combatirlo; hay más tratamientos y también buenas noticias sobre los avances de un buen número de vacunas en diferentes países.

Pero una de las armas más poderosas para combatir el virus es la conciencia colectiva y la solidaridad. Aquí tenemos un gran problema, no solamente porque -como toda sociedad- tenemos distintos niveles de información colectiva, educación y solidaridad sino porque la lucha política (y sobre todo electoral) ha contaminado el proceso de información y educación sobre el covid-19. Esa conciencia colectiva es el instrumento esencial para llevar a cabo esta lucha con el menor costo posible en enfermedades, vidas, desempleo, inestabilidad económica y disrupción social (incluyendo el impacto psicológico y emocional).

Lo más vergonzoso en esta lucha política es la absoluta ignorancia y/o la promoción intencional de falsas teorías como: “es una gripecilla” (Bolsonaro), “pasará en abril con el calor” (Trump) o “ya domamos la fiera” (AMLO). Seamos claros, estas frases también promueven teorías de conspiración, lo cual hace simple y directamente imposible promover la acción colectiva necesaria para combatir el covid-19 al crear divisiones y mitos en el seno de nuestras comunidades.

La manipulación y la distorsión de los hechos, por parte de estos políticos caudillistas (más difíciles de exponer y por lo tanto, más peligrosas que las mentiras y falsedades frontales), han producido además confusión en muchos ciudadanos que, creyendo en la buena fe de sus líderes, se encuentran con la contradicción entre lo que esos políticos les dicen y su propio sentido común, que les muestra otra cosa.

Trágicamente, cuando en la política se toman posiciones demagógicas sobre temas que son de salud en medio de una pandemia, las consecuencias pueden ser devastadoras, pues las pandemias no se dejan desviar por un discurso, siguen su camino. En mi opinión, los siguientes posicionamientos políticos son los más graves:

-El uso de las máscaras. Este tema debería estar fuera del debate político desde el inicio. Durante la pandemia, cuyo virus es de transmisión respiratoria, los ciudadanos deberían usar máscaras cuando circulen en cualquier lugar público, como lo sugieren muchas autoridades nacionales de salud. Por supuesto, durante los períodos en que hubo escasez de máscaras había que priorizar a quiénes distribuirlas primero, pero eso fue un asunto temporal y, cuando la pandemia sea controlada, Salud Pública nos hará saber que ya no las necesitaremos.

-Como lo aconsejan las autoridades sanitarias, deben evitarse las congregaciones de personas que no permitan mantener la distancia social: sea en un estadio, parque, playa, bar o restaurante. Aún cuando los CDC han ofrecido lineamientos,  los bares y las fiestas pueden convertirse en  armas de destrucción masiva en esta pandemia porque, más allá del límite de la capacidad del lugar, no se puede mantener la distancia social, la circulación de las personas aumenta y todos quieren hablarse al oído.

-Debemos hacer pruebas de forma masiva y constante. La información científica es una de las mejores armas que tenemos como sociedad para enfrentar esta pandemia. El discurso de Trump de que hay más casos en EE.UU. porque se hacen más pruebas es una aberración peligrosa. Estos abusos extremos los vemos en algunos países totalitarios o de gobiernos populistas, que simplemente pareciera que no hacen pruebas para mentir a sus ciudadanos y al mundo. ¿Cuántos casos y -sobre todo- cuántos Muertos habrá realmente en Nicaragua o Corea del Norte? Ahí evitan reportarlos (o directamente testear). Los números oficiales son bastante más bajos que los reales a  nivel mundial, claro, por otros factores. En mi opinión eso es un crimen que atenta contra la humanidad.

-Por último, ¿abrir o no la economía? Estoy seguro de que todos estamos de acuerdo en abrir la economía, pues tenerla cerrada afecta severamente la vida, el empleo y la salud de los ciudadanos, pero hay que hacerlo de manera segura y prudente. Pero cuando este debate también se politiza, nos impide calibrar las recomendaciones de accionar público. En este tema, también soy de los que creen que toda ciudad, distrito y estado está mejor informado para tomar las decisiones de apertura y progreso en comunicación transparente con sus ciudadanos (aquellos con los que se pueda hablar y no con los fanáticos que quieren imponer sus decisiones, como pasó en Utah).

Más allá de ciertas decisiones estatales y locales, que son las que llamo de calibración, dependiendo el momento y el lugar, debe haber una política pública nacional, al menos básica, como la de usar mascarillas cuando no se pueda respetar el distanciamiento social y hacer pruebas de forma masiva con el fin de que la información pueda ser usada para el tratamiento y la prevención de casos. El resto vendrá por añadidura.