Donald Trump está viviendo el mejor momento de su vida.
“En este mandato, todo el mundo quiere ser mi amigo”, dijo el presidente electo DE ee.uu. en su complejo turístico de Mar-a-Lago este lunes, disfrutando de la efusión de deferencia de líderes extranjeros, presidentes ejecutivos y poderosos republicanos mientras se prepara para su segundo mandato.
Desde que ganó las elecciones del mes pasado, Trump fue mucho más visible que Joe Biden, y sería fácil confundirlo con el presidente en ejercicio. Se hizo con el control de la futura política exterior, se elevó sobre los líderes mundiales durante un viaje a París y consiguió que los titanes de la tecnología acudan en masa a rendirle homenaje.
Ya tiene el poder. Lo único que le falta es la autoridad constitucional real que le confiere el juramento que prestará el 20 de enero.
“En el primer mandato, todo el mundo luchaba en contra mío”, dijo Trump en su rueda de prensa. “La mayor diferencia es que esta vez la gente quiere llevarse bien conmigo”.
La incógnita es cuánto durarán los buenos tiempos cuando Trump salga de su burbuja posvictoria y se enfrente nuevamente a una nación dividida, asediada por problemas, y a un mundo peligroso, repleto de amenazas, donde no es muy querido .
Pero por ahora, Trump puede soñar.
“Este será el periodo de reforma y renovación más emocionante y exitoso de toda la historia de Estados Unidos, quizá de la historia global. La edad de oro de Estados Unidos, la llamo. Comenzó”, dijo.
Trump nunca se mostró tan tranquilo ni alegre cuando tuvo que cargar con las preocupaciones de la presidencia. Y es muy probable que una vez que vuelva a estar detrás del escritorio de la Oficina Oval, las responsabilidades del cargo pesen mucho más que ahora.
Vive en el mejor de los mundos, disfrutando de la emoción de la victoria y de un sentimiento de reivindicación por vengar lo que considera una derrota electoral fraudulenta en 2020. No ganó hace cuatro años, pero este año hay una justificación genuina para que el presidente electo crea que tiene un mandato para implementar su programa de línea dura, ya que ganó el voto popular y el Colegio Electoral.
Hasta ahora, parece que la mayoría de los estadounidenses lo aprueba. Una encuesta de CNN/SSRS publicada la semana pasada reveló que el 54% de los encuestados espera que Trump haga un buen trabajo en su regreso a la Casa Blanca, y el 55% aprueba cómo está llevando su transición hasta ahora. Es un territorio embriagador para el político más polarizador de los tiempos modernos.
La oportunidad única de Trump
Trump está experimentando una oportunidad que solo un presidente en la historia -Grover Cleveland- ha conocido: empezar su segundo mandato desde cero. Al ser el segundo presidente que gana un mandato no consecutivo, puede aprender de las lecciones de su primera presidencia y empezar de nuevo con un equipo y una pizarra totalmente nuevos. Una de las razones por las que la mayoría de los segundos mandatos son difíciles es que los presidentes en ejercicio nunca pueden escapar realmente de las consecuencias de las decisiones, dramas y escándalos de su primer mandato.
A Trump, sin embargo, cuatro años fuera del poder le sirven para identificar un equipo que satisfaga sus impulsos más que los generales, los expertos de Washington y los republicanos del establishment que trataron de limitarlo en la primera vuelta.
Aparte de la temprana pérdida de Matt Gaetz, la primera elección del presidente electo para secretario de Justicia, las cosas difícilmente podrían haber ido mejor hasta ahora. El hombre más rico del mundo, Elon Musk, es su nuevo amigo. Es probable que la mayoría de sus provocadores candidatos al gabinete sean confirmados por senadores republicanos dóciles. Los líderes de la industria tecnológica, por su parte, se apresuran a cortejarlo en Mar-a-Lago y a llenar las arcas de su cuenta inaugural. Esta es una de las muchas señales de que, aunque Trump tendrá un mandato limitado, su poder al inicio de su presidencia será expansivo y potencialmente sin restricciones, ya que el Partido Republicano tiene el monopolio en el Congreso y, tras una sentencia de la Corte Suprema, ha concedido a los presidentes una inmunidad sustancial por sus actos oficiales en el cargo. (Solo hubo una mosca en la sopa este lunes, cuando el juez de Manhattan que presidió la condena de Trump por el pago de dinero por silencio dictaminó que no tenía derecho a la inmunidad presidencial en el caso. Sin embargo, los fiscales han admitido que no será condenado mientras esté en el cargo).
La actual sensación de ligereza de Trump también puede explicarse por la comparación con su primer mandato. A principios de 2017, ya estaba obsesionado con las afirmaciones de que su victoria se había visto empañada por la intromisión rusa en las elecciones. Pero Trump no solo ganó la presidencia en noviembre: su reconquista del poder presidencial le da autoridad para borrar una serie de causas judiciales activas contra él que amenazaban su carrera política y su libertad.
Se avecinan decisiones difíciles
Sin embargo, las vacaciones de Trump de la realidad no durarán para siempre.
Una vez que asuma el cargo, cada decisión que tome tendrá una reacción contraria que corre el riesgo de agotar su capital político y reavivar el escepticismo público sobre un presidente que históricamente ha sido una figura muy divisiva.
Si Trump no consigue cumplir de forma efectiva sus promesas de campaña -bajar los precios en los supermercados, crear una prosperidad histórica y conseguir el control de la frontera-, puede que pronto sus índices de aprobación se desplomen a sus niveles habituales.
Ya hay señales preocupantes para los seguidores de Trump. En una entrevista publicada la semana pasada, declaró a la revista TIME que, aunque le gustaría reducir el precio de los alimentos, “es difícil reducirlo una vez que ha subido. Es muy difícil”.
Y este lunes, Trump advirtió que tras prometer poner fin a la guerra de Ucrania en 24 horas si era elegido, la realidad podría ser mucho más dura. Dijo: “Creo que Medio Oriente estará en una buena posición. Creo que en realidad más difícil va a ser la situación entre Rusia y Ucrania”. El comentario de Trump no solo refleja una infravaloración casi cómica de los peligros que acechan en Medio Oriente. Puede reflejar una falta de influencia sobre su amigo el presidente Vladimir Putin a medida que el campo de batalla se inclina hacia Rusia.
Y aunque no cumplir sus promesas puede perjudicar a Trump, podría resultar aún más dañado si realmente cumple sus promesas de sacudir Washington, el país y el mundo, ya que las consiguientes olas de perturbación podrían causar un retroceso social y económico.
Por ejemplo, la operación de deportación masiva planeada por Trump podría resultar fácilmente impopular si los estadounidenses presencian escenas de miseria humana, si las familias inmigrantes quedan destrozadas o si la aplicación de la ley ralentiza la producción agrícola, lo que significa que los compradores no pueden conseguir sus frutas y verduras favoritas. Las amenazas arancelarias de Trump contra Canadá, México y otras naciones podrían mostrarle plantando cara a los extranjeros y exigiendo un mejor trato para los trabajadores. Pero si las guerras comerciales aumentan la inflación y el precio de los productos básicos se dispara, podrían volverse rápidamente contra el presidente electo. La promesa de Trump de indultar rápidamente a los partidarios encarcelados por el ataque multitudinario del 6 de enero de 2021 contra el Capitolio estadounidense también podría resultar profundamente impopular.
Y todo esto sin tener en cuenta la guerra de facciones dentro del equipo de Trump y sus propias erupciones temperamentales que empañaron su primer mandato y limitaron su eficacia como comandante en jefe. Parece poco probable, como especuló el presidente electo en su rueda de prensa desenfadada en Florida, que “mi personalidad haya cambiado o algo así.”
Es poco probable que semejante agitación erosione la sólida lealtad de la base política de Trump. Sus disparatadas excentricidades refuerzan la idea de que es un insurgente antiestablishment cuyo deseo de quemar el Gobierno tiene su origen en el desprecio que le profesa el movimiento MAGA. Y las encuestas que muestran una mejora en el sentimiento económico pueden reflejar la tendencia de los partidarios a ver sus perspectivas con una mirada más amable cuando su candidato favorito está en el poder.
Pero Trump también necesita llevar al país con él en momentos de crisis. Si los votantes moderados empiezan a percibir que está empeñado en castigar a sus enemigos políticos o en seguir una agenda personal, el limitado atractivo transversal que le ayudó a ganar las elecciones podría desaparecer.
Incluso durante la soleada rueda de prensa de Trump de este lunes, las crisis y las graves decisiones que se avecinan al final de su vuelta de la victoria empezaron a materializarse.
Un periodista mencionó la aceleración del enriquecimiento de uranio por parte de Irán. Eso podría, en algún momento futuro, enfrentar a un presidente decidido a evitar nuevas guerras con la decisión de emprender acciones militares o ser el comandante en jefe que permitió a la república islámica conseguir una bomba nuclear. “Es una pregunta maravillosa. ¿Por qué diría eso?”, respondió Trump.
El presidente electo repitió varias veces su advertencia de que la guerra en Ucrania debe terminar. Pero no mostró señales de tener alguna idea mientras lamentaba los daños horribles causados en las ciudades ucranianas, así como la agitación en Medio Oriente provocada por los ataques de Hamas contra Israel el 7 de octubre de 2023. “Qué pena. Nunca debería haber sucedido. Nunca habría sucedido. Si yo fuera presidente, esa guerra nunca habría ocurrido, ni tampoco lo de Israel”, dijo Trump. Su mención de una visión fantástica de su propia omnipotencia no servirá de mucho después del 20 de enero, cuando heredará la responsabilidad de estos problemas.
Un lado más siniestro de Trump, que alimentará los temores entre sus oponentes de que intentará aplastar la democracia y las libertades políticas, también estuvo a la vista. La larga conferencia de prensa del presidente electo estuvo tan llena de falsedades, teorías de conspiración y hechos descaradamente falsos como siempre.
Trump dijo que planeaba demandar al periódico Des Moines Register por su última encuesta entre los votantes de Iowa que mostraba que él ya no aventajaba a la vicepresidenta Kamala Harris, lo que según él era un caso de interferencia electoral. También dijo que emprendería acciones contra el programa “60 Minutes”, de la cadena CBS, por su descontento por la forma en que se presentó una entrevista con Harris. Si un presidente puede dictar a un medio de comunicación los resultados de las encuestas o sus decisiones editoriales, los derechos básicos que durante tanto tiempo se han dado por sentados se verán amenazados en un segundo mandato.
Por ahora, Trump está obsesionado con su victoria y la adulación que está suscitando. Dijo que más de 100 líderes mundiales habían “llamado para felicitar … no solo por la elección, sino el tamaño de la elección, el alcance de la victoria, y fueron geniales”.
“Hablé con más de 100 países. No creerían cuántos países hay”.