(CNN Radio Argentina) – Alberto Fernández asumió hoy el gobierno con el enorme desafío de provocar un shock de confianza inmediata en un país jaqueado en todos los frentes. Con una inflación que casi duplica a la de 2015, una deuda externa que requiere soluciones en el corto plazo y una situación social cada vez más preocupante, el nuevo gobierno deberá crear rápido las condiciones necesarias para una futura reactivación económica. En síntesis, lograr en el corto plazo lo que Mauricio Macri no pudo en cuatro años.
La grieta, esa profunda división de la que hablan todos los argentinos, es quizás el escollo más difícil que encontrará el flamante mandatario. Y esa misma grieta le impedirá atesorar al nuevo jefe de Estado lo que más necesita: paciencia. Ni de un lado ni del otro. Ambas partes exigirán respuestas inmediatas. Por desconfianza o por urgencias.
A su favor tendrá el control peronista en el Senado y una Cámara de Diputados que se avizora favorable aunque sin una mayoría absoluta. Lucha contra el hambre y plata en el bolsillo de la gente son los objetivos prioritarios para aplacar la crisis social y reactivar el consumo bajo la sombra de la deuda. Pero economistas alertan sobre el riesgo de una emisión descontrolada con una inflación de más del 50 por ciento.
El país se juega ya el futuro de una generación golpeada. No hay margen de error. No hay grieta que valga.